Sol Bonfanti es Directora Técnica en Boxeo desde el año 2015. Da clases en distintos gimnasios, y tiene un proyecto propio de al que llama Escuela de Boxeadores. Es una referente entre las mujeres que se inclinaron a esta disciplina, y pionera en la zona de Lomas de Zamora en poner al boxeo dentro de un espacio de acceso y disfrute.
Vinimos al gimnasio de Lomas y, mientras esperamos a Sol, van llegando sus alumnos y se van preparando para la clase. Se los ve divertidos, hablando de encuentros previos y de las ganas de retomar después de faltar a algún entrenamiento. En su mayoría, son mujeres y hombres jóvenes.
Cuando llega Sol, el espacio se llena de fuerza; pone música y los organiza para calentar el cuerpo. Se pone las vendas, se calza los guantes y está lista para lo que se necesite.
Con una energía potente y femenina, nos va relatando el camino de su vida que la trajo hasta acá: “Veía boxeo con mi padre y mi tío desde muy chica. Ellos miraban y yo no entendía nada, hasta que empecé a ver otra cosa y me apasioné”, recuerda.
Sus alumnos están muy enérgicos y con ganas de guantearse, como se dice en la jerga en referencia al combate cuerpo a cuerpo. Si bien está enfocada en la entrevista, Sol no deja de seguir la clase y estar atenta al ritmo de sus chicos/as dando, a la distancia, alguna indicación. Se nota que ama lo que hace y que se preparó para hacerlo.
El boxeo era una disciplina que Sol seguía con su padre, aficionado, cuando de repente empezó a entender el deporte, el juego, y lo que estaba sucediendo arriba del ring. Compartían los encuentros televisivos, como podemos imaginar el fútbol en cualquier hogar entre padre e hija. Comentaban y reían en un código interno que los unió en la pasión por el boxeo.
Las vueltas de la vida golpearon a Sol con el fallecimiento de su padre a temprana edad (16). Nos cuenta, sincerándose, que le costó más de diez años superar esta pérdida. Junto con el recuerdo de su padre, su encuentro con el boxeo quedó congelado por un tiempo. Vivió en España, en donde tuvo a su primer hijo. Fue en ese país donde, después de mucho tiempo, tuvo la necesidad de empezar con clases de boxeo; ahí, su pasión se despertó instantáneamente y nunca más dejó. “Embarazada, un día salí de casa, me compré todo el equipo y me dije: yo voy a estar en el boxeo”, relata.
Cuando volvió a la Argentina, siguió trabajando en el deporte. Entró a un gimnasio a entrenar, pero todavía sentía que no había aprendido nada: ella quería guantear. Finalmente consiguió su primer desafío, y llegó a su casa "con unas piñas bien puestas", nos cuenta. “Llegué llorando a mi casa, pensando que esto no era para mí, lloré y me puse mal. Pero me di cuenta, en ese momento, que esto es el boxeo, saber bancártela si te dan unas trompadas, como la vida misma. Volví a superarme”.
Y para superarse, Sol entró al alto rendimiento en el Club Huracán. Esta etapa de su carrera fue la más dura: “Es un ambiente muy machista, y yo iba de lunes a viernes, llegando a las 12 de la noche a mi casa. Quería estar en el boxeo para ser entrenadora, para ser la mejor entrenadora, y entendía que para eso tenía que pasar por todos los procesos. Vivía entrenando, trabajando, y tenía a mis dos hijos a cargo, fue muy intenso”, relata.
Sol salió de Huracan para ir a la Federación Argentina de Boxeo y estudiar con el fin de ser entrenadora: “Nunca me vi boxeadora. Yo quiero incorporar más gente al boxeo porque es una disciplina increíble que te sirve para la vida y está muy mal vista, tiene mala prensa. Pero cuando lo hacés, te das cuenta de que te cambia la vida”, enfatiza.
La vemos a Sol vestirse y arreglarse el pelo para las fotos. Es muy coqueta y consciente de los estereotipos que las personas tienen respecto de las mujeres en el boxeo. “Ahora se puso de moda y hay boxeo para mujeres en todos lados. Cuando salí de la Federación, arranqué a trabajar pronto porque me buscaron”.
Da clases en más de cinco gimnasios, también en el parque, y tiene un proyecto personal, La escuelita, en el que enseña a niños y niñas. Para Sol. lo más importante es desde la pedagogía cambiar la mirada que se tiene del boxeo y hacerlo accesible para todos. “Que las madres me dejen a sus hijos/as tranquilas en una clase de boxeo me parece maravilloso, es un cambio de paradigma del que estoy orgullosa”. Sonríe como quien ha logrado algo que imaginó y no pensaba posible.
Cuando Sol arrancó con esta actividad, todavía los circuitos de boxeo eran más exclusivos de hombres, y las mujeres que lo hacían, de alguna forma tenían que masculinizar sus códigos para adaptarse. Cree que es, entonces, muy importante generar igualdad de posibilidades entre hombres y mujeres dentro del boxeo: “Tuve que generar mucho valor, me estaba metiendo en lugares donde a las mujeres nos cuesta más, no están pensados para nosotras, vos sos la que hace cosas de mujeres. ¿Y si yo decido no hacer lo que está pensando para mí? Como en algunos ámbitos donde no hay lugar, tenemos que generarlo”, acentúa.
Lucha todos los días, entrena, cuenta que se va a dormir y piensa en el boxeo. Lee y ve todos los videos disponibles. El boxeo es su vida y no se imagina haciendo otra cosa. “Siento que siempre estuve luchando, era impensable hace siete años esta ola que hay ahora de las mujeres boxeando. Cuando yo me metí, no sabía qué iba a resultar de esto, pero confiaba en que, trabajando tanto, algo tenía que cambiar”.
El boxeo sirve para la vida, nos dice Sol. Hace bien a la autoestima y para canalizar emociones. Se requiere de disciplina, constancia, y genera valores de honestidad y valentía. “Hay gente que va sacando cosas en el entrenamiento y termina llorando”, señala.
Sol es una de las mujeres que le abre camino a otras, que a través de su experiencia motiva verla y contar su historia, una historia de lucha y perseverancia tanto en el ring como en su vida. Le preguntamos por sus sueños y cómo se ve en un futuro dentro del boxeo. Con una sonrisa grande y tímida al mismo tiempo, nos responde: “¡Yo quiero ser la mujer que esté en el rincón y voy camino a eso, siempre lo supe!”