Sofía Correa tiene 22 años y trabaja reparando y manteniendo las maquinarias de producción en una planta en Dock Sud, en el partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Es su primer trabajo después de la escuela técnica. Paralelamente, estudia ingeniería naval en la UBA.
Atrás del casco de trabajo y las chispas de la soldadora, se puede ver un cabello negro atado. Imaginamos que es una mujer, y cuando se saca el casco vemos a una joven de mameluco azul lleno de grasa, sonriendo y entusiasmada. Concentrada en su tarea, Sofía va acomodando las piezas y ordenando el área de trabajo para que nada se escape de su vista.
Nos cuenta que cursó en la escuela secundaria técnica Nº8 "Ing. Dr. Ángel Gallardo en Avellaneda junto a su hermano, a quien en un principio le pareció raro que eligiera una escuela técnica, pero luego, fue el primero en apoyarla en su oficio elegido. "Cuando cursaba con mi hermano, era muy gracioso que se sorprendiera de que algunas de mis notas eran mejores que las de él", recuerda.
Durante su formación educativa, Sofía fue incorporando conocimientos que la hicieron darse cuenta de su interés por la mecánica. Junto a su hermano compartían charlas e información en el ámbito familiar durante toda la cursada. "Tengo 8 hermanos, y les costó entender que realmente me gustaba desarmar cosas, pero pasado el primer impulso, siempre me apoyaron y entendieron mi deseo", relata.
Cuando Sofía terminó la secundaria técnica, inició una pasantía para ganar experiencia dentro de un Laboratorio en donde trabaja actualmente y tuvo contacto real con todo lo que había aprendido y pudo entender cuánto realmente le gustaba el oficio: "Me di cuenta de que era lo mío. Pero es difícil que una mujer entre en un taller, de antemano hay mucho prejuicio. Sin embargo, tuve el apoyo de los compañeros", asiente.
Luego de 6 meses, surgió la oportunidad de tomar el puesto fijo. Se trata de una planta que produce cosméticos y farmacéuticos. A la par que ella, aplicaron otras tres personas más, pero Sofía fue la seleccionada. "No depende del género sino de la empresa, de que ésta tenga la abierta la posibilidad de elegir a una mujer por sus capacidades. Para mi fue una victoria conseguir este trabajo", enfatiza.
Sofía arranca el día encendiendo los equipos y esperando resolver los llamados de producción por desperfectos mecánicos o eléctricos. Se la ve muy comprometida y segura de lo que hace, y se percibe un aire fresco en el trato con sus pares. Mientras paseamos por la planta, nos cuenta que tiene a su cargo alrededor de 20 maquinarias que arregla y mantiene, pero también participa de procesos de innovación que permiten generar mejores sistemas de rendimiento para la producción. "Me gusta que el trabajo tenga un poco de todo, porque son esquemas que varían y puedo pensar siempre algo nuevo que me ayuda a desarrollarme y crecer", dice sonriente.
Como a todas las mujeres en ámbitos pensados para hombres, a Sofía le costó hacerse un lugar dentro del taller. Nos cuenta que el imaginario común es pensar "¿Qué hace una chica en un taller?". También aparecieron inseguridades propias al salir de la técnica directo a trabajar y enfrentarse a los problemas cotidianos. "Si bien tenía respaldo, la parte más difícil era que la gente aceptara que era mujer y que entendieran que yo servía tanto como cualquier hombre para solucionar las cosas", recuerda.
Hoy tiene ganado un espacio en el que su opinión es escuchada y consultada por sus compañeros. Se percibe un buen clima de trabajo en el que, entre mates y risas, van resolviendo los conflictos cotidianos y pensando en mejoras en los procesos para las maquinarias. "Yo soy más prolija y me fijo en los detalles. En el taller hay mucha solidaridad, aprendizaje y el trabajo en equipo es permanente", señala.
Sofía se identifica como luchadora, creativa y compañera, y entiende que su camino puede ser parte del de otras chicas. Sigue colaborando con el secundario técnico que la vio crecer, como una forma de estar en contacto con sus raíces. "Siempre les digo a las pibas que, si les gusta, lo intenten y perseveren. Que traten de romper los esquemas y demuestren que ellas pueden más o mejor que los hombres. Con compromiso se puede generar el espacio", enfatiza.
El sueño de Sofía es la industria naval y está cursando el primer año de Ingeniería Naval en la UBA. Entiende que hay mucho para aprender, y en ese sentido su trabajo actual le permita participar del desarrollo de las ideas y en las innovaciones de proyectos, lo que la ayuda a crecer junto a la empresa.
Con las manos llenas de grasa y el mameluco a medida, Sofía siente que su imagen es una representación que confronta con los estereotipos machistas y abre la mente de mucha gente: "Creo que el trabajo que hago es una puerta para que las pibas confíen en que pueden y entren al sector, es una referencia que ayuda a abrir las mentes respecto de que las mujeres podemos". concluye orgullosa.