Sandra ha integrado diversos organismos en los poderes judiciales de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires. Hoy se desempeña como fiscal de Cámara con competencia Penal, Contravencional y de Faltas del Ministerio Público Fiscal del Poder Judicial de Ciudad. Es una de las fundadoras de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina (AMJA) que trabaja por lograr la paridad de género en la Justicia.
Con 35 años de experiencia en la Justicia penal, esta fiscal ha pasado por diferentes reglas de procedimientos: comenzó su carrera cuando en los procesos judiciales casi no se conocía a la víctima, y por eso hoy rescata el Derecho Contravencional, que muchas veces se considera de segunda categoría en el medio penal. “Ese fue el derecho que me permitió acercarme a las víctimas, en ese momento se llamaba Código de Convivencia, y justamente sirvió para estar más cerca de la gente. Atrás de los papeles hay gente que tiene sentimientos y emociones”, asegura Sandra, quien cuenta con una fuerte impronta en innovar y gestionar con calidad en los puestos judiciales que ha desempeñado.
Su pasión por el derecho penal nació mientras estudiaba abogacía en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Desde entonces, su vida comenzó a girar en torno a esa actividad: se formó académicamente en el país y en el exterior, y entró en la carrera judicial muy joven, en un juzgado nacional en lo penal y económico. Luego hizo experiencia en juzgados correccionales, en una fiscalía federal y en tribunales orales criminales del ámbito penal. “En ese tiempo usábamos el antiguo Código de Procedimiento en materia penal, recién en 1992 entró en vigencia el primer código oral”, detalla Sandra, testigo y parte de un cambio procesal y de transformación a partir de una Justicia que era escrita e inquisitiva, basada en el secreto, donde los jueces eran los únicos que manejaban el proceso y decidían casi todo. “A la víctima no la veías, el proceso transcurría muy encriptado”, recuerda.
Sandra desempeñó todos los cargos de la carrera judicial: auxiliar, escribiente, oficial, secretaria, hasta convertirse en fiscal de Cámara, y hoy es la única mujer que conduce una de las 5 fiscalías de Cámara que funcionan en la Ciudad.
“Cuando asumí como miembro de una fiscalía federal descubrí el poder de investigar sin ser la que decidía. Fue una experiencia inaugural para mí porque era el momento en que se creaban los Tribunales Orales Federales de Comodoro Py, la Cámara de Casación, a fines de la década del 90”, relata. En 1998, cuando se llevó adelante la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, se aprobó la Constitución de la Ciudad y se armó su Poder Judicial, Sandra fue convocada para ser parte de esa primera camada de profesionales de la justicia porteña. Fiel a aceptar desafíos, pasó a integrarla como fiscal de primera instancia de manera provisional hasta que se realizaran los concursos definitivos. Orgullosa de su performance Sandra cuenta que finalmente quedó primera con 100 sobre 100 en su calificación y es así que desde el 2004 es fiscal de Cámara.
“Los fiscales dice la Constitución que somos los representantes de los intereses generales de la sociedad. Entonces, tenemos que seleccionar cuáles son esos conflictos que representan a la sociedad, hacer un filtro y aplicar la solución que la ley prevee, observando los derechos humanos de los involucrados”, explica Sandra sobre su labor. “Nuestra función es encontrar una solución pacífica y civilizada a esos conflictos”.
“Cada caso es para mí una ocasión de aprender algo nuevo, una nueva actividad, un mundo nuevo. El derecho lo atraviesa todo, cada interrelación con otro está mediada por el derecho y la ley. Desde un despacho judicial, uno puede conocer una historia de vida, aprender psicología, sociología”, cuenta Sandra, quien nunca pierde la motivación en su función. Predispuesta al aprendizaje continuo, dice que “la vida misma, toda su riqueza y variedad, pasa día tras día por los despachos judiciales”.
Específicamente, la Fiscalía de Cámara que ella lidera, controla y supervisa las decisiones adoptadas por otros actores procesales, como los fiscales de menor jerarquía y los jueces de primera instancia.
Siendo que investigar es una de sus pasiones, en el año 2007 creó una Unidad de Investigaciones Complejas, que funcionó con éxito durante 10 años. La misma se adelantaba a la fórmula del accionar de la justicia que suele trabajar “ex post” (después del hecho), donde se espera que los casos lleguen. “La fiscalía decidía qué temas y problemáticas investigaba y analizaba; buscábamos mecanismos para reducir el impacto en la realidad, uno de nuestros ejes fue el tema ambiental en la Ciudad de Buenos Aires”, explica Sandra.
Durante el 2017 también encabezó la Fiscalía de Cámara Especializada en Violencia de Género, la cual bajo su dirección obtuvo la Certificación de Calidad ISO 9001:2015 en todos sus procesos de trabajo, incluidos la elaboración de dictámenes.
Sandra siempre tuvo la inquietud de desarrollar la gestión de calidad en el servicio público que fue ocupando profesionalmente: “Fui desarrollando distintas herramientas para aplicar gestión de calidad, y finalmente en el 2017 logré que el Ministerio Público Fiscal nos autorizara a participar en la certificación ISO. Somos la única fiscalía en todo el país que tenemos certificada la totalidad de los procesos”, dice. Además, con el objetivo de mejorar el funcionamiento de todas las áreas de la Justicia, su fiscalía desarrolló un código de ética interno elaborado por los propios empleados.
Otro de los temas que la comprometen a Sandra es lograr y respetar la perspectiva de género en el poder judicial. En el 2018 realizó un programa de cumplimiento para respetar esta perspectiva en todos los ámbitos de la Justicia y no sólo en la sentencia. “El patriarcado sigue dejando su huella, creo que a las mujeres nos cuesta construir políticas institucionales con estilos femeninos que tienen que ver con formas menos autoritarias, menos jerárquicas, más horizontales, más abiertas y transparentes”, lamenta Sandra. Sin embargo, no baja los brazos en esta lucha: desde AMJA, hoy trabaja en la campaña Más mujeres más justicia, que busca reconstruir los lazos de empoderamiento de las mujeres de la justicia o que estén fuera y quieran pertenecer, a través de un programa de mentoreo.