Sandra trabaja en una de las empresas de fabricación de ollas y cacerolas de aluminio fundido más conocidas del país, en su planta de Venado Tuerto en la provincia de Santa Fe. Comenzó en el área de tornos, siendo la única mujer en esa función. Luego pasó a otros sectores, y nunca dejó de capacitarse. Su energía y pasión en el trabajo, además de la contención que brinda una empresa familiar donde todos se conocen, le dieron la posibilidad de trabajar a la par de sus compañeros.
Esta santafesina ingresó en el 2007 en la planta de Essen. Antes, había trabajado en el taller donde realizaban algunas piezas (pavas, yerberas, azucareras, salseras artesanales), pero no las ollas de aluminio que tanto le fascinan; por otro lado, anteriormente también había trabajado en el taller que confecciona las partes de plástico de esas mismas cacerolas, así que su vinculación con el rubro viene desde sus inicios laborales.
Cuando ingresó a la planta fabril, sólo había 4 mujeres operadoras, pero todas trabajaban en la parte de empaque. Según un informe del Centro de Estudios para la Producción -CEP XXI-, las mujeres sólo representan el 20,7% del empleo industrial formal. Excepto en confecciones de prendas de vestir, en todas las demás ramas manufactureras la proporción de empleo femenino es inferior al 50%, y es incluso inferior al 15% en sectores como frigoríficos, automotriz, maquinarias y equipos o madera. El estudio parte de la Encuesta Nacional de Empleo e Innovación (ENDEI) realizada por los Ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación y Trabajo, Empleo y Seguridad Social, y contempla información de casi 4.000 empresas manufactureras argentinas de 10 o más trabajadores.
Sin embargo, la Consultora Numan, que busca personal para las áreas técnicas de operaciones industriales, asegura que crecen las incorporaciones de mujeres en estas áreas. Entre 2015 y 2018, los ingresos de mujeres en plantas industriales y logística se mantuvieron en un 20%. En el 2019, el porcentaje aumentó a 28%, y proyectan que la tendencia seguirá en alza.
En sintonía con esta información, Sandra cuenta que se siente satisfecha con su experiencia laboral: “Siempre quise saber cómo se fabricaban las cacerolas, cómo era el proceso. Apenas me preguntaron si me animaba a tornear dije que sí porque tenía la oportunidad de hacer las cacerolas más famosas”, relata. Así fue como conoció y se especializó en el proceso de mecanizado de las mismas. “Se tornea en aluminio, era la primera vez que lo hacía y era toda una novedad para mí, tenía tanta emoción que no me importaba nada, no me daba cuenta de que estaba rodeada de hombres; no había torneras en ese momento, pero ellos me ayudaron mucho, en la historia de la fábrica nunca había habido una mujer en ese puesto y ellos también se tuvieron que adaptar, pero fue un proceso llevadero” cuenta, recordándolo como una grata experiencia.
Según sus palabras, “el torno es una movida importante, es andar rápido y concentrado”. En la época en la que Sandra comenzó, los tornos eran más manuales; hoy tienen mejoras técnicas, mayor digitalización y niveles hidráulicos más importantes. Sandra recuerda que había que tener cierta fuerza para realizar su labor y que era más “a pulmón”, incluso para el traslado de las piezas; en cambio, hoy todas hacen el recorrido por una cinta transportadora.
Luego de desempeñarse casi 10 años en el sector de torno, Sandra pasó a otras áreas. Actualmente trabaja en Control de Detección Temprana de Calidad. Su tarea allí consiste en controlar el corte de cada pieza, que salga de fundición sin falla, realizando la prevención antes de que la pieza llegue a empaque. Así, su jornada es muy ajetreada: recorriendo toda la planta cotidianamente. “Es interesante porque se aprende muchísimo, hago el control visual y luego con guantes hago un control manual”, explica. Por día pasan más de mil piezas de todo tipo bajo su mirada y sus manos: cacerolas, sartenes, ollas y cacerolas biferas, freidores y utensilios.
Considera que la principal cualidad para desempeñarse bien en su tarea es saber trabajar en grupo. Además, destaca que le gusta aprender y que disfruta de eso. En ese sentido, resalta la oportunidad que la empresa brinda a sus operarios de capacitación constante y continua: de esa manera, pueden ocupar diferentes puestos, y eso genera que el trabajo operario no resulte repetitivo, tanto por temas de salud como de seguridad.
“Me gusta que todos los días aprendo algo, y es así que los transito apasionadamente, me voy capacitando; en breve voy a aprender todo el tema de fundición, que es un proceso muy importante”, cuenta entusiasmada. Además destaca que, al ser una fábrica con una fuerte impronta familiar, ello posibilita una manera cómoda de trabajar. “Hay mucho compañerismo”, indica Sandra.
Este año, Sandra se inscribió para finalizar sus estudios secundarios en el programa “Segunda Oportunidad” que impulsa Essen. “La pandemia me hizo pensar mucho y me animé a encarar este desafío, calculo que en unos años lo terminaré. Podemos acomodar los horarios del trabajo con los de estudio, los profesores vienen a la planta, donde armaron una especie de escuelita a 100 metros de nuestro lugar de trabajo”, detalla.
Para su futuro profesional, proyecta seguir capacitándose en control de calidad, que es un puesto que le interesa mucho. Ideal para las mujeres ya que, según Sandra, “tenemos una mirada más allá, más fina, de detalles, que sirve mucho para el control de los productos”.