Romina es mecánica de bicicletas y dueña de su propio taller donde diseña, fabrica, restaura, arregla y realiza service de todo tipo de bicicletas. Se desempeña con igual pasión y facilidad en las labores duras de la mecánica de las bicis que atiende así como en la venta de repuestos o accesorios y asesoramiento a los clientes que llegan a su taller, ubicado en Villa Crespo.
Se acercó al mundo de las bicicletas hace unos 9 años, cuando comenzó en su vida una etapa de “transición emocional”. En su búsqueda de una mayor paz interior, se volcó al veganismo, empezó a meditar y, entre otras cosas, estaba harta de viajar en colectivo y de la locura del tránsito de una gran ciudad como Buenos Aires. Reparó su vieja bicicleta playera y comenzó a usarla como único medio de transporte, sin saber que esta acción le abriría las puertas a un gran cambio profesional.
“Me di cuenta de que me encantaba ir a todos lados en bici, me daba la libertad y autonomía que estaba buscando. Soy muy independiente, y la bici me ayudaba un montón”, cuenta Romina. Además, destaca una serie de beneficios saludables a raíz de su uso: dejó de fumar, enseguida sintió cómo le mejoró el cuerpo, y no gastaba dinero en colectivo.
No lo dudó: “Yo quiero trabajar con esto, que esto sea mi sustento”. Y así fue como surgió su pasión por las bicicletas. Primero comenzó a trabajar como mensajera en bici para una empresa constructora. Pedaleaba 70 kilómetros a diario, además de la ida y vuelta del barrio de Flores, donde vivía, al centro porteño. Define esa experiencia laboral como una “tarea ardua”, que se hace con lluvia, calor o frio, y para la cual recomienda usar siempre casco y guantes.
Al mismo tiempo, comenzó a comprar bicicletas usadas y a restaurarlas. Cada día sabía más e investigaba sobre el tema, hasta que se anotó en un Centro de Formación Profesional y se recibió de mecánica auxiliar de bicicletas. Para entonces era una necesidad tener esos conocimientos porque la bici era su elemento de trabajo: “Si se rompía, yo la tenía que arreglar”.
“Cuando supe bastante de mecánica me animé a ir a bicicleterías a buscar trabajo, y en una se me rieron en la cara, fue terrible”, confiesa Romina entre risas, ya que logró superar las miradas discriminatorias y negativas por su condición de mujer insertándose en un ámbito tradicionalmente copado por varones.
“Cada ‘no’ que recibía de respuesta me impulsó pero me ha pasado de todo en este rubro, es muy machista”, cuenta Romina. Es que todavía constituye un sector al que se dedican muy pocas mujeres de manera profesional: ella misma, en su taller, tiene un ayudante varón, y sus proveedores son todos hombres -el cuadrista, el pintor, y los importadores de piezas y accesorios.
Pero Romina aclara que, de hecho, existe hoy una necesidad e interés grande de muchas mujeres en aprender sobre el tema. Hace 3 años, comenzó a brindar talleres para enseñar a otras mujeres cuestiones básicas de mantenimiento de bicis tales como parchado, medidas y posturas. “La primera charla que hice fue un éxito, se anotaron 70 pibas”, cuenta con orgullo quien dos o tres veces por año realiza estos talleres, los cuales cuentan con una gran convocatoria porque Romina es muy didáctica explicando. Esta característica es también la que más valoran sus clientes. No es entonces casual que apenas abrió su taller sus primeras clientas fueran mujeres: “Empezaron a venir porque necesitaban alguien en quien confiar y que les explicara qué le hacían a su bicicleta”.
En el taller que hoy tiene en Villa Crespo, asesora a cada cliente personalmente. “Puedo estar 40 minutos con cada caso, porque mi taller busca ser lo que yo nunca tuve en una bicicletería: les explico todo, y mi objetivo es que mis clientes tengan un lugar de confianza”. Además, aporta con consejos y recomendaciones y, como el taller cuenta con un gran espacio para pedalear, la gente puede probar la bici allí mismo. Romina puede observar cómo pedalean y ahí es cuando les hace el bike-fit, para medir al ciclista en su elemento. “Me dicen ‘la Luthier de las bicis’ porque aprendí a leer a las personas con respecto a la bici, leo sus cuerpos, qué postura tienen, cómo la van a usar”, relata Romina con entusiasmo.
Romina está muy pendiente de que la bici le sirva a la persona que llega a su taller. “Yo las armo como si fueran para mí, tengo conciencia de que va a ir una persona arriba de la bicicleta”, asegura. Le encantan los clientes primerizos porque son los que más asesoramiento requieren. Ella les cuenta cómo moverse y les da la contención e información precisa para que se animen a usar la bici como medio de transporte.
Su día de trabajo incluye ir a los proveedores, se encarga personalmente de manejar las redes sociales, atiende a los clientes y pasa muchas horas dentro del taller de mecánica, y esto es lo que más le gusta: cortar, soldar, hacer los cuadros. Allí es fundamental saber usar bien las herramientas. “Haz palanca y moverás el mundo. No hay que usar fuerza bruta. Esa puede llegar a romper. Es maña y es pasión, buscarle la vuelta”, detalla sobre el oficio.
Romina cree que el mercado de las bicicletas en Argentina crecerá por varias razones: es económicamente rentable, la bici es funcional, es más cómoda y veloz para viajar. Buenos Aires aún no califica como ciudad bike friendly, pero Romina tiene fe en que la bici se va a terminar imponiendo como medio de transporte.