Renata es guardavidas en las playas de Mar del Plata, donde tiene a su cargo la seguridad de miles de personas que disfrutan del mar y de la playa. Desempeña un trabajo de alta responsabilidad en el cual debe estar alerta ya que su principal tarea es prevenir accidentes en el agua y, en los casos más extremos, salvar vidas.
Renata es oriunda de Mar del Plata, y es en esa importante ciudad balnearia de Argentina donde se desempeña desde hace 28 temporadas como guardavidas, más precisamente en el complejo La Normandina, playa pública céntrica que se encuentra junto a la concurrida Playa Grande. Sus jornadas de trabajo durante la temporada son de 8 a 14 hs, de lunes a lunes, y bajo todas condiciones climáticas.
Durante el invierno vive en Brasil, donde da clases de canoa hawaiana. Allí salió campeona estatal de canoa individual, en el Estado de Rio de Janeiro.
Su trabajo le exige una alta preparación física. Contando con un estado físico siempre muy bueno, hoy a sus 46 años entrena a diario, corre, hace musculación en el gimnasio, su medio de transporte es la bicicleta, compite y da clases. “Me gusta estar bien preparada”, indica Renata, quien sabe que es parte de la exigencia para desarrollar profesionalmente su trabajo.
Sobre su decisión laboral, Renata cuenta que siempre supo que quería ser guardavidas: “A los 13 años decidí que cuando terminara el secundario iba hacer el curso que se podía empezar a los 18”. Es así que ya desde antes de iniciar el curso, se juntaba con los guardavidas de su ciudad para estar en el mar y vivenciar la profesión, y cada verano que pasaba estaba más decidida.
Guiada por ese claro objetivo, al empezar el curso de guardavidas Renata ya era experta nadadora y contaba con un gran entrenamiento físico. En esas condiciones aprobó todas las pruebas de ingreso y fue una de las 25 personas que se recibían por año. Sumado a esto, en ese entonces sólo había 3 mujeres guardavidas en todo Mar del Plata.
Nunca creyó que ser mujer fuera un impedimento para esta profesión. “Yo quería ser guardavida, aunque en esa época no había muchas mujeres; la realidad es que recién ahora me lo planteo, porque realmente en 1982 no me cuestioné si ése era un trabajo de mujer o de hombre”, señala Renata, quien avanzó hacia su vocación sin dudarlo. Y aclara que ha sido más discriminada o juzgada por su contextura física grande que por ser mujer. Asegura que muchas veces sintió que la barrera en su carrera fue la duda sobre si “esta gordita servirá”.
“El juzgamiento físico fue lo más doloroso”, cuenta Renata. Por otra parte, sabe que a otras mujeres las juzgaron por su género y que siempre tuvieron que demostrar más que los hombres. Renata cree que tanto la actitud como el demostrar la competencia en el desempeño de la tarea son clave para dejar de lado la discriminación por factores que nada tienen que ver con la capacidad de las mujeres de desempeñarse en la actividad que ellas deseen.
Sobre su labor, Renata considera que ser guardavidas es una vocación y un estilo de vida; sobre todo, teniendo en cuenta que todavía no existe la jubilación para todos: sólo pueden acceder a ella los guardavidas municipales y a partir de los 50 años. “Lamentablemente aún no hay una ley que jubile a los guardavidas privados”.
Su hábitat y lugar en el mundo es el mar: “Los guardavidas amamos la naturaleza y tenemos una fuerte vocación de servicio”, cuenta orgullosa. Es por eso que siempre entra al mar, esté como esté: “Nunca me dio miedo o dudé sobre si entrar a salvar a alguien por las condiciones del mar, y eso me enseñó en la vida a no perder el foco y a ser perseverante”, explica Renata.
Sin embargo, Renata ha pasado por situaciones difíciles tanto en el trabajo como en la vida, y en ambas ocasiones las ha encarado con valentía y con el claro objetivo de llegar a dónde se lo propone. “En una época tuve una trombosis venosa profunda, casi pierdo una pierna y muero, y durante ese tiempo jamás se me pasó por la cabeza la posibilidad de nunca más voy a trabajar, sino que pensaba que tenía que curarme rápido para volver al mar”, recuerda.
Por otra parte, si bien en la playa se trabaja mucho en la prevención con los turistas y con los mismos marplatenses, las situaciones de posibles ahogamientos se producen. Renata cuenta que le ha tocado salir a nadar fuerte sin mirar si la ola era grande. Es por ello que considera que esta profesión te fortalece para la vida: “Se trata de entrar y salir del mar de la mejor forma, apuntar adonde tenés que ir, cuál es tu objetivo, salir con la corriente en contra y superar las situaciones”.
Según Renata, garra, fuerza y decisión son fundamentales para encarar este oficio, así como el amor a la naturaleza, al ecosistema, a los animales: “Todo te ayuda a ser mejor persona con los otros y con el planeta”.