Actualmente, Norma Puccia está al frente del Complejo Penitenciario Lisandro Olmos, donde se alojan 3180 presos. Antes, fue directora en otras cárceles del país. Es una pionera en un rubro que exige particular dedicación: “Somos funcionarios públicos las 24 horas los treinta años que duran nuestras carreras, estamos pendientes todo el tiempo –dice–. Son personas las que están detrás de los muros”.
Norma Puccia abrió camino en la fuerza a la que pertenece, ya que ocupó varias veces puestos que habían sido de exclusividad masculina. Es testigo y puede dar fe de que el Servicio Penitenciario se está modernizando en ese sentido, poniéndose a tono con los nuevos tiempos: “Para mí es un orgullo y una alegría la carrera que transité hasta el momento. Estoy viendo muchos cambios en el corto plazo de la institución, así como también se ven en la sociedad en general, respecto al lugar de la mujer. Dentro de una estructura tan fuerte como esta, es muy bueno”, afirma.
Como jefa máxima del Complejo Penitenciario Lisandro Olmos, compuesto por cuatro unidades (una de las cuales es el Hospital Penitenciario), desarrolla una importante tarea de gestión y control. Sus jornadas comienzan muy temprano con un recorrido general: la acompaña su secretario y se reúnen a diario con los directores de cada una de las unidades para repasar las necesidades, evaluar las problemáticas, controlar las instalaciones, resolver los problemas pendientes y los que se presenten, chequear que se cumplan las pautas y los puestos estén cubiertos.
Hoy tiene a cargo una dotación de mil personas, el treinta por ciento de las cuales son mujeres que cubren distintos puestos: “Antes había sectores o áreas exclusivas de varones, por ejemplo el muro; hoy, no – aclara la directora del penal–. Es muy interesante el trabajo que se logra a partir de la interacción entre hombres y mujeres en estos ámbitos. Me gustaría destacar que el paso de una mujer por una unidad se nota: somos más prolijas y estamos en todos los detalles”.
Ella es un ejemplo en tal sentido. Comenzó muy joven su carrera en la Escuela de Cadetes del Servicio de Penitenciario de la provincia de Buenos Aires. En 1991, Norma Puccia egresó como parte de la quinta promoción femenina, con el título de técnico superior en Criminología. Fue la primera subdirectora y directora en cárceles masculinas en el Complejo Penitenciario Centro Sur y la primera Secretaria de Coordinación en el Complejo Penitenciario Centro Norte.
Un hito profesional fue llegar a la Unidad 38 Sierra Chica como subdirectora de Administración. Posteriormente, en 2015, llegó a ser la primera directora en la historia de la cárcel de mujeres de Azul. En 2017, ocupó el mismo puesto en la Unidad 27 de Sierra Chica y ese mismo año asumió como Secretaria de Coordinación del Complejo Penitenciario Centro Norte. Allí también fue la primera mujer que obtuvo el cargo.
Fue un camino largo en el que puso mucho de sí misma: “Me fui preparando con herramientas para llegar a tener una buena gestión”, relata Norma. Tiene claro cuáles son sus fortalezas profesionales: “Siempre acepté los cargos que me ofrecieron, me considero muy resolutiva, me gusta hablar y estar cerca de la gente, tengo un carácter de líder positiva. Hoy siento que he logrado mucho y estoy preparada para aceptar nuevos desafíos”, sintetiza.
Su dedicación es full life. Vive en Olavarría los fines de semana pero, de lunes a viernes, en su lugar de trabajo, que está ubicado muy cerca de la ciudad de La Plata.
En el penal de Olmos, “el objetivo es que los internos cambien su pensamiento – explica Norma– y nosotros hacemos un trabajo para que puedan mejorar con talleres, educación, cultura, deportes y capacitaciones. Hay internos que saben aprovechar la oportunidad, logran recibirse y perfilan otro futuro a la hora de su egreso. Algunos entraron siendo analfabetos y han cursado la escuela completa: ahí veo mi trabajo y veo que se puede”.
Nunca es fácil el ambiente penitenciario. En general, lo que trasciende públicamente es su aspecto más oscuro. Por eso, Norma insiste en la perspectiva humana: “Me gustaría mostrar las cosas buenas que se hacen, no todo es feo. Hay mucha gente que trabaja en estas áreas: creemos que aportamos mucho, lo tomamos con ganas y compromiso. Recibimos a personas que trasgredieron la ley y tenemos que trabajar con ellos, ser profesionales –como me enseñaron cuando estudiaba –, dejar el delito a un lado y tratar de llevarlos a que puedan ser capaces de cambiar esa forma de pensar. Si lográs eso, es un montón”.