Miriam es Wichí y vive en una pequeña población llamada La Puntana en la provincia de Salta, justo en el límite con Bolivia. Es tejedora de toda la vida, su primera artesanía la hizo a los 6 años, tejió un cinto. Tejer es parte fundamental de su cultura y hoy con esa actividad sostiene a su familia.
Tejer además de ser su trabajo es una costumbre ancestral, que se viene transmitiendo generacionalmente dentro del pueblo Wichí. Miriam aprendió mirando. “Yo desde chica vi a mi abuela trabajando en el tema de la artesanía cuando estaba con ella, porque vivimos juntas, a los 8 años con mi prima ya empezamos hacer tejidos y de eso vivíamos, lo vendíamos a los comerciantes y con eso teníamos para comprar, también lo cambiábamos por un kilo de azúcar o harina”, cuenta Miriam.
Y recuerda que tejer su primer cinto le llevó todo un día. “Pero el proceso del chaguar es muy largo, porque lo traemos del monte, lo machucamos, después lo secamos y cuando está bien seco lo hilamos y luego lo teñimos. Recién después hacemos el producto”, explica Miriam.
La mayoría de los tejidos que realiza están hechos con fibra de chaguar, una planta bromeliácea usada por los Wichí para confeccionar textiles. Estas plantas son parte importante del tapiz vegetal del sotobosque de los matorrales y bosques típicos del Gran Chaco. El proceso de elaboración de los hilos que luego utilizan para tejer es muy laborioso e implica diferentes pasos que insumen varias semanas de trabajo.
Con la fibras de las hojas del chaguar las comunidades Wichí confeccionan diversos artículos para el uso familiar y del hogar, como bolsas de acarreo, cuerdas, sogas para transportar leña o redes para pesca, y por otro lado, realizan artesanías, cuya comercialización es parte fundamental de su economía.
Tradicionalmente la recolección de chaguar con fines textiles, así como el proceso de extracción de la fibra, el hilado, la tinción y el posterior tejido, eran actividades realizadas casi exclusivamente por las mujeres. Pero Miriam cuenta que hoy también colaboran los hombres porque cada vez esta planta está más lejos y de difícil acceso, eso se debe a la deforestación que están sufriendo en la zona. Como consecuencia también han empezado a reciclar material plástico para seguir tejiendo.
“Cuando era chica no buscaba el chaguar, iba mi abuela con mi mamá, ahora salgo con ellas. Mientras uno crecía veía como hacían y también estábamos obligadas a hacerlo porque de eso vivimos. Nuestros ancestrales solo hacían yica (bolsa con tiras), cinto y telar. Nosotras inventamos nuevas cosas como carteras, mochilas, muñecas, riñoneras y ahora también como se hace más difícil conseguir el chaguar probamos con el plástico y nos sirve”, resume Miriam sobre el inicio y evolución del tejido en su comunidad.
Miriam relata que hace unos años junto al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) hubo un intento de cultivar el chaguar pero no prosperó, básicamente por la escasez de agua en el lugar.
Miriam teje sus artesanías de varias maneras: algunas con telar, otras con las manos y otras con agujas. Todo es artesanal y natural, incluso los tintes para las fibras son extraídos del monte. “Los sacamos, los hervimos y los teñimos”.
A Miriam le gusta hacer grandes piezas como un paño decorativo (es una especie de tapiz) porque es cuando se juntan varias tejedoras de la comunidad y trabajan a la par sobre el mismo tejido. “Cuando hago mochilas o carteras lo tengo que hacer sola, me divierte hacer el paño porque somos 4 tejiendo, no hacemos dibujos previos, lo tenemos en la mente, nos decimos cómo lo vamos hacer y lo hacemos”, explica.
“Cuando estoy sola tejiendo pienso en cómo hacer los diseños, en la terminación y en cuándo voy a terminar para hacer nuevas artesanías”.
No es una labor fácil, además de todos los pasos previos al tejido, a la hora de tejer Miriam señala que es una tarea cansadora para las manos y la vista, así como estar sentada muchas horas. Ella y sus compañeras suelen trabajar en el piso, no tienen grandes mesas, cuenta que estiran una sábana y “los trabajos los hacemos ahí sentadas en el piso mayormente, a veces sentadas en sillas”.
Miriam y más de 60 artesanas de La Puntana hace 6 años crearon el grupo Tsinay Thá Chúmaás, significa mujeres trabajadoras, están organizadas bajo la conducción de 5 referentes que reciben los encargos o pedidos y así dividen el trabajo a realizar. Además han logrado fundar una marca colectiva llamada Thañí (viene del monte) junto a las comunidades Wichí de Alto la sierra y La Curvita.
Esta es una forma de recibir más pedidos y conseguir un precio justo por sus artesanías, también han comenzado a vender por redes sociales, y se están capacitando para comercializar mejor sus productos. Tratan de participar en ferias, en eventos y muestras para difundir lo que hacen. “Siempre buscando el precio justo, no como antes que vendíamos por un kilo de azúcar, antes era un intercambio, ahora no es mucho . . . pero es algo”.
En el caso de Miriam la venta de sus artesanías es sumamente importante para el sostenimiento de su hogar, tiene 6 hijos, 5 varones y una nena de 3 años, su marido e hijos trabajan mayormente en la pesca de surubí, pero no es constante ni estable todo el año, sino que se da por períodos. “Me gusta hacer artesanías porque me ayuda a mantener mi hogar, me sostengo con la artesanía, mi marido está en la pesca pero hay momentos en que no hay trabajo. Mi sueño es seguir trabajando, hacer cosas nuevas y vender más”.
También le gustaría que su pequeña hija aprenda a tejer como ella y continúe con la tradición.