Martina es librera desde muy joven, de hecho, fue su primera experiencia laboral, luego incursionó profesionalmente en otras áreas, como productora y guionista audiovisual, pero su amor por los libros la hizo regresar al rubro.
En 2021 abrió junto a un socio, Fetiche, una librería boutique ubicada en el barrio de Villa Crespo, en la ciudad de Buenos Aires. Allí pasa gran parte del día recomendando personalmente a sus clientes. Fetiche ofrece libros de narrativa y una valiosa colección de libros de cine y arte.
Su presente de experimentada librera arranca a sus 18 años cuando por medio de la abuela de un amigo que tenía un puesto de libros en Parque Centenario se enteró que quedaba un puesto hermoso disponible. “No lo dudé y encaré esa aventura. Yo era compradora de libros usados y tener un puesto propio era espectacular. Tuve ese espacio durante más de 20 años. Primero lo manejé yo sola y años después surgió una posibilidad laboral interesante para mi y fue mi madre quien pasó a trabajarlo”, resume Martina.
Hoy divide su trabajo entre gerenciar y atender personalmente su librería y su labor como productora en Mandarina Televisión. “Trabajé escribiendo en la revista Haciendo Cine durante años y luego me propusieron conducir un ciclo de cine por Isat, “Cortos Isat”. Frente a esta propuesta es que me alejé un poquito de la venta de libros. Luego vinieron muchos trabajos como productora y guionista audiovisual. Trabajé en Turner, GP, Endemol, diversos canales y señales. Anduve por muchos lados pero siempre quise volver al universo de los libros, los amo demasiado. En el 2021 con mi gran amigo, Fernando Pérez Solivella, decidimos concretar el sueño de la librería propia y ahí nació Fetiche”, enfatiza Martina, orgullosa y satisfecha con su actual situación laboral.
Cuenta que a pesar de que el 2020 y 2021 fueron años difíciles a la hora de encarar un negocio se sentía muy confiada de probar esa vuelta profesional al mundo de los libros: “Yo me siento muy segura estando en relación a la literatura y a los libros y a percibir lo que la gente está deseosa de buscar y leer”, detalla sobre su oficio de librera. “Quiero que todo el mundo lea, porque va más allá de una cuestión comercial. No me puse una librería para ser rica. Yo me puse una librería porque me gusta la literatura”, sintetiza Martina.
¿Cómo se inicia tu relación con los libros hasta convertirte en librera?
Mi vinculación con los libros arranca de adolescente. Yo no fui una niña particularmente lectora, pero en la adolescencia descubrí la biblioteca que había en mi casa, que era una biblioteca extraordinaria y descubrí también a una madre gran lectora y que realmente sabía mucho sobre literatura. Empecé a agarrar los libros que había en mi casa y empecé a leer y ahí entré en el mundo de la lectura y de los libros. Empecé a ser compradora de libros usados. Me gustaba la idea de que alguien los hubiese leído previamente, encontrar del mismo libro distintas ediciones. Era algo que me apasionaba bastante. Inclusive compraba el mismo título en distintas ediciones entonces ahí apareció algo que hoy podríamos llamar un fetiche. A los 18 años, a través de la abuela de un amigo que tenía un puesto en Parque Centenario que era un lugar al que yo iba a comprar libros, me entero que estaba disponible uno y me pareció como algo extraordinario, dije: yo voy a tener mi propio espacio, mi propia venta de libros, voy a poder generar mi propia curaduría, y me embarqué en esa misión.
¿Y cómo te fue?
Y fue fabuloso, yo siento que ese espacio fue mi gran aprendizaje en relación a esta profesión, definitivamente, porque también empecé a tener contacto con personas que después fueron mis clientes y descubrí editoriales, nuevos autores y descubrí también lo que tiene que ver con la conversación relacionada a la literatura.
Además eras muy joven, ¿cómo era esa rutina de trabajo?
Yo lo abría seis veces por semana, inclusive hubo periodos en los que lo abrí los 7 días de la semana. Fue una experiencia interesante en esos términos porque yo nunca había trabajado, por lo menos no en relación de dependencia hasta ese momento y poder encarar el universo laboral siendo tu propio jefe es como un lujo. Pero también requiere de mucha responsabilidad. Yo lo abría a las 10 de la mañana aproximadamente y lo cerraba a las 7 de la tarde y así fue durante muchísimos años de mi vida, inclusive los fines de semana. Siempre fui muy rigurosa en ese sentido porque entendía que era la única manera de que eso realmente funcionara. Yo vivía de eso y vivía bien.
¿Y cómo buscabas los libros que querías vender?
En general te llegan. Pero también ocurría eso de “tengo una biblioteca que quiero vender”. Y yo iba a casas y compraba material cuando no podían acercarlos al parque. Ahí me encontré con libros extraordinarios, con primeras ediciones, con libros rarísimos.
En un momento de tu vida comenzaste a trabajar en otras áreas, ¿cómo fue que volviste al mundo laboral de los libros?
Siempre tuve la idea, toda mi vida, de que yo iba a volver a trabajar con libros. O sea, yo tenía esa certeza prácticamente, no era ni siquiera una idea, era una certeza. Yo tenía esa convicción. Por supuesto, seguí leyendo muchísimo, seguí comprando libros. Ese deseo de volver a trabajar con libros empezó a ser cada vez más fuerte en los últimos años hasta que en el 2021 empezamos a hablar con un muy amigo mío que es mi socio acá.
¿El puesto de Parque Centenario sigue existiendo?
Ya no, nosotros lo entregamos cuando culminó la pandemia, el periodo de pandemia obviamente no se trabajó y fue un ciclo que se cerró.
¿Y qué hiciste con todos los libros?
Y esos libros vinieron para acá. Fetiche es una librería de libros nuevos con un sector de libros usados. Esos libros usados ya ahora, por supuesto, los del puesto no están más. O sea, esos ya se vendieron, ya se fueron.
¿Y cómo es la elección de los libros usados que venden en Fetiche?
Hay una idea de la curaduría de Fetiche que tiene que ver tanto con los nuevos como con los usados que es que nosotros realmente vendemos los libros que leeríamos, o que si no leeríamos nos resultan igual de interesantes como los que leemos. Hay algo que para mí fue fundamental a la hora de articular la curaduría de la librería y es que los libros puedan convivir entre ellos de una manera orgánica, que sean como escritores que pueden estar en un mismo espacio y podría haber una comunión entre ellos. Me parece que eso también hace a la identidad de una librería: tener autores que se leerían entre ellos.
¿Cuáles no vendrían acá entonces?
Es un poco antipático decir nombres, pero no vendemos enciclopedias y esas cosas, si vendemos mucho narrativa, poesía, cine, música, teatro, filosofía.
¿Cuál es el diferencial como librera que le has puesto a tu librería?
Nosotros hacemos un trabajo muy minucioso con los catálogos que nos brindan las editoriales y las distribuidoras. Los miramos con mucho detenimiento, estudiamos muy bien el material antes de pedirlo entonces creo que eso hace que nosotros podamos tener una librería donde hay muchos títulos que no son sencillos de conseguir o que la gente dice: “¡ay qué espectacular haberlo encontrado acá!”, “¡no lo vi nunca!” o “este libro de este autor pensé que ya no se conseguía”. Tengo un ojo adiestrado. Yo vengo trabajando con libros desde muy joven, entonces hay algo de ese conocimiento que tiene que ver con haber leído autores que han citado a otros, ahí empezás a seguir ese caminito relacionado a la literatura que te lo dan los propios autores que lees, ver entrevistas de autores, entender qué han leído.
¿Cómo debe ser el trato de una librera con sus clientes?
A mí me gusta mucho recomendar, me encanta. Es una de mis escenas favoritas en la vida. Nada me gusta más que hablar de libros. Soy muy feliz hablando de libros. Es extremadamente gratificante cuando alguien vuelve a la librería y te dice: “el libro que me recomendaste me encantó, recomendame otro”.
A veces parece que el o la librera es una persona muy solitaria en su labor.
No, no, no, en absoluto. Por lo menos, no en la dinámica que nosotros establecemos acá. Nosotros somos un equipo de trabajo en Fetiche. Y después tenemos un espacio de café también en la librería y las chicas que trabajan en ese espacio también son lectoras y recomiendan y tenemos a Sergio que es nuestro librero encargado que también recomienda. Y entre nosotros también hablamos permanentemente de títulos e intentamos hacer memoria y recordar cosas que hayamos visto, que hayamos leído, pero que también hayamos visto en alguna librería, en alguna batea, en algún momento de la vida, entonces empezamos a buscarlo.
¿Observás cambios en el consumo de literatura?
Creo que hay un consumo enorme de literatura, es muy impresionante lo que la gente lee, lo deseosa que está por leer y además, estoy convencida, que en los momentos de mayor crisis la gente lee más. Primero porque leer es entrar en otro universo. Y además porque es una tarea que vos hacés en soledad y es una tarea en la que no gastás dinero. Bueno. Excepto el dinero del libro en sí mismo. Creo que cuando la gente está más ajustada económicamente hace un acopio de libros y el plan de servirte una copa de vino y abrirte un libro es un planazo.
¿Durante la pandemia y después hubo un vuelco hacia el consumo de la lectura?
Durante la pandemia fue muy interesante lo que ocurrió. Nosotros todavía no teníamos la librería, nosotros la abrimos en diciembre del 2021. Pero la gente empezó a leer un montón en pandemia. Esa gente internalizó la lectura como una forma de vida, parte de su cotidianeidad, y la continuó. Yo tengo casos de personas muy cercanas que nunca han leído tanto como en pandemia y hay algo de ese ritmo que hoy intentan mantener.
¿El consumo de libros en formato digital les ha influido o afectado de alguna manera?
A nosotros no nos afecta particularmente, porque la gente que viene a una librería y compra libros es gente a la que el objeto libro les interesa y quieren que perdure y quieren que prevalezca. Hay algo también un poco romántico y de acto de resistencia de tener una librería. Yo tengo una librería porque también apuesto a la perdurabilidad del libro físico. En un momento se habló de que los libros iban a desaparecer cuando fue todo el boom de los Kindles, etc. El libro nunca va a desaparecer, si nos remontamos a la historia, los libros nunca han desaparecido, no sólo han perdurado, sino que además se han ido sofisticando, las ediciones son cada vez mejores, el arte de tapa es muy importante, la calidad del papel, cómo está encuadernado, el formato que tiene. Yo creo que nunca va a desaparecer, definitivamente y tener una librería en algún punto siento que es una manera de contribuir a la no extinción.