Una de las primeras economistas ambientales del país y la única con un doctorado en el tema por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), considera importante unir la academia con la acción en la política pública. “Lo ambiental tiene que ver con la equidad y la gente pobre es la que es más está afectada por cuestiones ambientales”, declara.
Al largo de su carrera, Mariana recibió numerosas becas y fondos de investigación, entre ellas de la Fundación Fulbright, la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, el Inter-american Institute for Global Change Research, el Beijer Institute de la Real Academia de Ciencias Sueca, el Institute on Global Conflict and Cooperation de la Universidad de California, la Asociación Phi Beta Kappa Alumni, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Fundación Antorchas. Sus trabajos de investigación han sido publicados en libros y en prestigiosas revistas académicas como Ecological Economics, Ecological Indicators y Environment and Development Economics. Asimismo asesora el Consejo Presidencial 2030, grupo multidisciplinario creado para generar metas de desarrollo en el país, está trabajando en el correcto uso de “vocabulario verde” cuando se habla de temas ambientales.
Tanto reconocimiento es fruto de mucha formación y compromiso.
Mariana tiene un Posgrado en Políticas Públicas del Instituto Torcuato Di Tella (ITDT) y una Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Apenas terminó la maestría, le ofrecieron trabajar en la Secretaría de Relaciones Internacionales de la Cancillería argentina. Su primer destino fue la Comisión de Medio Ambiente del Mercosur. “Ahí entendí que el ambiente tenía que ver con la economía, me despertó la inquietud y fui a Los Ángeles a especializarme”, cuenta.
Como investigadora y especialista en economía ambiental participó de experiencias en la Universidad de Washington en Seattle, en el Departamento de Políticas Públicas de UCLA y en el Proyecto de Harvard de Cambio Climático. Fue profesora en varias universidades nacionales hasta llegar a la Universidad del CEMA, donde dicta Economía Ambiental y Microeconomía Avanzada.
Paralelamente a la actividad académica, Mariana ha desarrollado un extenso trabajo de asesoramiento en cuestiones ambientales, tanto para ámbitos estatales como privados. Realiza peritajes en juicios cuando hay daños ambientales y, como experta, evalúa y testifica en casos de lo más diversos. “En el sector público puedo asesorar, por ejemplo, en el diseño de un impuesto verde. Desde la academia uno sabe cómo tiene que ser tratado un tema, pero implementarlo en la realidad, puede ser muy divertido”.
Los desafíos no son una novedad para Mariana, que ya en 1999 integró el panel de científicos que trabajaron en la elaboración de las primeras propuestas de metas argentinas a la Convención de Cambio Climático. “El problema es que la preservación del ambiente nunca es prioridad ni en las políticas públicas ni en los discursos”. Según explica, eso es un error. “Cuidar el ambiente también te ayuda a salir de las crisis”.
Por otro lado, reconoce que hoy la gente demanda calidad ambiental, pero la oferta de calidad ambiental requiere gasto. “Para ofrecer calidad ambiental se necesita tecnología y gastar, o sea lo más barato es contaminar. Hay una calidad ambiental óptima, por eso se justifican las políticas públicas que fomentan esto, y a su vez, están las empresas que ven que siendo verdes pueden aumentar sus ventas porque a la gente le importa, entonces aunque el gobierno no los obliga, van a tratar de ser verdes”, reflexiona.
Hoy Mariana se siente realizada con su carrera profesional y, si bien no está planificando próximos proyectos o más trabajo, siempre aparece algo nuevo. “El hecho de que sea una de las pocas economistas ambientales hace que me venga a ver gente de lo más diversa para proyectos muy diferentes y súper interesantes; todos los días me sorprendo con las ocurrencias para trabajos y termino participando en proyectos sobre temas que nunca hubiera pensado”.