Trabaja en una empresa metalúrgica autopartista que se dedica al estampado en acero y ensamblado de partes de carrocería. Es una de las pocas mujeres que está certificada para manejar el autoelevador.
María de los Ángeles es una de las tres mujeres que forman parte de un plantel de 80 operarios del turno tarde en una fábrica que produce autopartes en Zárate, provincia de Buenos Aires. De esa cadena productiva salen refuerzos, soportes, y otras autopartes de carrocería.
Empezó como soldadora, luego tuvo la posibilidad de capacitarse y aprender a manejar el autoelevador, un vehículo que, a través de horquillas, puede bajar, subir y trasladar todo tipo de cargas. María de los Ángeles aprobó los exámenes y obtuvo la certificación para manejarlo.
Su jornada comienza programando en un tablero las tareas diarias: cada módulo de la fábrica tiene su tiempo y cantidad de piezas a producir. “Eso sirve para llevar el control y que la producción vaya saliendo como debe”, explica. De esa cadena, salen paragolpes, refuerzos, soportes, paneles de piso y capots, entre otras autopartes.
Luego, pasa a las tareas que involucran el manejo del autoelevador: retirar el producto terminado y estibarlo en el lugar que corresponde, así como ir abasteciendo todo el circuito de líneas de producción.
María sabe que “no se ve en muchas fábricas que una mujer maneje autoelevador; por eso aproveché la oportunidad cuando me propusieron capacitarme”. Por otro lado, destaca que, gracias a que aceptó el desafío, subió de categoría y logró una mejora económica en su salario.
En la industria automotriz, cada vez se incorpora mayor cantidad de mujeres, en puestos y funciones antes impensados, debido a que el modo de producción se ha transformado con las nuevas tecnologías. Los procesos de automatización y la robótica implican que ya no sea necesaria la tracción humana para colocar las autopartes o producir una pieza de grandes dimensiones: ahora de eso se encarga la maquinaria.
Con ese panorama, María valora especialmente la posibilidad de capacitarse en otras tareas: “Me gusta cambiar de ámbito, aprender cosas nuevas – dice–. Si hago un trabajo, quiero hacerlo bien”.
Pese a que hay tan pocas mujeres en la planta, no nota discriminación de género. “Se trabaja muy bien con los hombres, hay mucho compañerismo. Como pasamos más tiempo acá que en nuestras casas, logramos que el ambiente sea divertido. Yo me siento cómoda”.
Está orgullosa de su trabajo y lo expresa así: “Para mí, esta labor es un logro. En general, la gente se sorprende cuando ve a una chica manejando un autoelevador y eso me encanta”.