Marcela es neuróloga, docente, investigadora y, desde hace más de una década, es referente en la integración de terapias complementarias con la medicina occidental. Su recorrido profesional es tan riguroso como abierto a nuevas miradas: se formó como médica en la Universidad de Buenos Aires y luego en neurología en la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia, FLENI, uno de los centros más prestigiosos de América Latina, donde además fue la primera jefa de residentes.
Desde 2003, trabaja en el área de neuroinmunología, una rama que estudia la interacción entre el sistema nervioso y el inmunológico. En la actualidad coordina la Clínica Multidisciplinaria del Área de Neuroinmunología y Enfermedades Desmielinizantes de FLENI. La esclerosis múltiple es una de las enfermedades que forman parte de su expertise.
Sin embargo, su camino va más allá de la ciencia estricta. A lo largo de los años, su propia historia personal - marcada por experiencias difíciles en la infancia con la enfermedad, el hospital y la pérdida - la llevaron a explorar otras formas de cuidado y comprensión del cuerpo y las emociones. Así fue como se formó en medicina ayurvédica y análisis bioenergético, entre otras disciplinas. Hoy combina ese conocimiento en su práctica clínica con pacientes, en talleres grupales y en espacios de desarrollo personal.
Fiol se convirtió en una de las voces pioneras en lo que llama medicina integrada, una propuesta, que no niega la ciencia, pero que incorpora otras herramientas para aliviar el sufrimiento, promover el bienestar emocional y físico mejorando la calidad de vida.
Además de brindar clases de pregrado y posgrado, participa en proyectos de investigación nacionales e internacionales y ha publicado numerosos artículos en revistas académicas. Su interés se centra en áreas como la planificación familiar, el embarazo y la lactancia, la calidad de vida y la prevención y el tratamiento del burnout.
Es miembro titular de la Sociedad Neurológica Argentina y de la Asociación Médica Argentina (AMA), y su última investigación fue una encuesta multicéntrica sobre el desarrollo de burnout en los trabajadores de la salud en Argentina, una problemática creciente y muchas veces invisibilizada.
¿Por qué se dice que los neurólogos no curan?
Porque es cierto. Las enfermedades neurológicas, en general, no tienen cura, pero muchas tienen prevención y tratamiento. Cuando era muy joven, me di cuenta de que a mí me encantaría curar, pero si no había cura, había mejoría. Me ponía contenta cuando un paciente volvía a hablar después de sufrir un infarto cerebral, otra persona aprendía a usar elementos de la vida diaria recuperando la función de las manos o las personas migrañosas mejoraban su calidad de vida.
¿Podés explicar de manera sencilla en qué consiste la esclerosis múltiple? ¿Cómo definirías esta enfermedad? y ¿quiénes la padecen?
La esclerosis múltiple es una enfermedad que afecta al sistema nervioso central (cerebro, nervio óptico y médula espinal). Se genera por un desorden en el funcionamiento del glóbulo blanco, lo que se conoce como autoinmunidad, en donde el sistema inmunitario que debería defendernos de virus o bacterias lesiona partes de nuestro cuerpo al no reconocerlas como propias. Esto produce inflamaciones y cicatrices en distintas áreas , lo que se relaciona con los síntomas que pueden percibir las personas afectadas. Por ejemplo: visión doble, pérdida de la visión, del equilibrio, cambios en la fuerza o sensibilidad de piernas o brazos.
¿Cómo llegaste a formarte en terapias complementarias?
Por una búsqueda personal. En mi vida fui y soy paciente. Hasta los 18 años viví mucho tiempo en los hospitales. Entonces, la experiencia del hospital dejó una impronta. Viví el cansancio de ver al médico muy seguido, el malestar de un cuerpo enfermo y que duele, un cuerpo en donde no era sitio agradable para estar. Sentí sufrimiento en mi y en muchos seres queridos. Tuve preguntas sin respuestas. Y terapeutas cuyas técnicas me mantuvieron en el pensamiento. Todo esto me hizo ir buscando opciones. Entonces, empecé a aceptar conocer a terapeutas en cuyas técnicas, con mi pensamiento científico, no creía para nada. Primero fue el Reiki , luego las constelaciones familiares, la sanación pránica, los registros akáshicos. Antes del 2010 ya empezaba a darme vuelta en la cabeza la palabra Ayurveda sin saber de qué se trataba. Había algo adentro mío que sabía que había que ir por ahí. Conocí una médica de Ayurveda que me fascinó, me encantó lo que me fue proponiendo. Entonces me puse a estudiarlo. La misma historia te puedo contar para la bioenergética. Ingresé a un mundo terapéutico para mejorar mis emociones y me encontré amigándome con mi cuerpo, trabajando con esperanza dentro de este aspecto fisico que antes me resultaba tan hostil. Supe que los médicos y terapeutas tienen herramientas más poderosas que los conocimientos. Confirmé que uno se cura a través de los vínculos y del amor.
¿Además de formarte fuertemente en terapias complementarias, seguís estudiando los avances y cambios en neurología?
Si, siempre. La medicina requiere estudio constante. Afortunadamente el conocimiento científico avanza a pasos agigantados. Ahora se sabe que las neuronas se pueden reproducir, que hay células que antes no se conocían, que las fascias son algo más que pieles que recuperan los músculos. Hay nuevos tratamientos y drogas cada vez más avanzadas. Estudio y me interesa participar en la educación médica continua de colegas. Por eso mantengo la actividad académica con el dictado de cursos de capacitación en esclerosis múltiple para postgrados.
¿Qué es la medicina integrada?
Existe un modo que encontré de ofrecer mis conocimientos médicos y complementarios acorde a las necesidades de cada persona. Esto viene tomado desde un enfoque médico en el mundo que empezó ya hace un par de décadas que se llama medicina integrativa. Acorde al diseño original, que es americano, implica el trabajo conjunto de múltiples especialidades, asociando la medicina occidental con múltiples técnicas complementarias que tengan un margen de seguridad y otras medicinas tradicionales como la china o la India.
¿Tuviste que luchar contra prejuicios al abrirte a la medicina integrada?
Si, mucho y permanentemente. No solo con la de colegas o pacientes sino con los mios propios. En general, estas dudas se dan dentro del ámbito médico occidental, ya que las aproximaciones complementarias no suelen ser plausibles de evaluación mediante el método científico. La integración de medicinas complementarias requiere un estado mayor de alerta, capacidad para discriminar lo terapéutico de lo tóxico. Lo potencialmente útil con la venta de ilusiones. Quien no esté en contacto con todo esto, es posible que mire con desconfianza a la atención integrada. Pero también he tenido la suerte, por ejemplo, de conocer a una investigadora del CONICET, la Dra. Berenice Silva, que trabajó mucho tiempo evaluando el impacto del ambiente enriquecido en el desarrollo y la salud de animales. Enriquecer el ambiente en el laboratorio implica estimular la actividad física, la interacción social y la cognición en los animales. Actividades absolutamente trasladables a lo que hacemos desde la medicina integrada. La Dra Silva encontró que, aquellos animales que viven en ese ambiente enriquecido se enferman menos. Interesante ¿no? Aquí la ciencia más dura se acercó a los enfoques más blandos y personalizados sobre los que trabajamos algunos médicos.
¿Podés compartir ejemplos de pacientes que hayan mejorado su calidad de vida a través de las terapias complementarias?
Con fitoterapia, cambiando hábitos y rutinas de vida muchas personas han podido dormir mejor, controlar los niveles de colesterol o glucosa. Reducen dolores, mejoran el ánimo y empiezan a contactarse con aspectos más sutiles de su ser. Muchos se preguntan sus planes de vida… Con el trabajo del cuerpo muchas personas han podido encontrar una “vuelta de rosca” a explicaciones, conductas o síntomas que estaban comprendidos pero no modificados. Algunos pacientes complementan su psicoterapia convencional con la bioenergética y con esto han potenciado la eficacia de sus tratamientos y acelerado sus procesos personales.
¿Cómo describirías la bioenergética?
La bioenergética es una técnica terapéutica que combina el trabajo y la atención al cuerpo y a la mente. Es una terapia mente-cuerpo Tiene su origen en la psicología freudiana a la que se agregó el trabajo con el lenguaje corporal. Ayer una señora me decía: “tengo una piedra atragantada acá, en la garganta”. Mi pregunta interior fue: ¿habrá alguien a quién esta persona quiere gritarle, estará pudiendo decir que “no”? A diferencia del trabajo psicoterapéutico, que haría esas preguntas y elaboraría teorías y planearía conductas nuevas útiles, desde la bioenergética hicimos ejercicios para la laringe y los músculos del cuello y la cara. En algún momento puede ser que aparezca una representación emocional o cognitiva de lo que está pasando, quizás pueda hablar, gritar o expresar otra emoción. Quizás aparecen imágenes o escenas que ya no estaban en la conciencia pero que el cuerpo sí recordaba. Allí hay un nuevo espacio para analizar desde la palabra.
¿Por qué hay más mujeres que hombres acercándose a estas nuevas terapias?
En general hay más mujeres que hombres, pero sorprendentemente cada vez están apareciendo más hombres. Me parece que el varón tiene un pensamiento que es mucho más concreto que la mujer, que nos inclinamos a pensamientos más abstractos. Además, creo que la carga cultural no ha ayudado a los varones a ingresar en áreas más perceptivas. Hasta hace muy poco, a los hombres se les enseñaba a no llorar. En general el varón que viene al taller o a la bioenergética, es porque ya también hizo un trabajo previo, dice que llorar puede ser de hombres también, que emocionarse no lo torna más débil, que no lo hace tonto. Afortunadamente esto está cambiando.
¿Cómo es dar un diagnóstico difícil como el de esclerosis múltiple?
La persona que tiene esclerosis múltiple lleva su propio miedo, incertidumbre. Pese a que en neurología existen enfermedades mucho más graves o con peor pronóstico, la persona que acaba de ser diagnosticada puede sentirlo como una tragedia. Al darle el diagnóstico trato de ir explicando por pasos, dando tiempo a pensar y repensar la información. Se debe hacer por etapas. La vida acaba de cambiarle, sin aviso previo. Al dar el diagnóstico de esclerosis múltiple trato de acompañar al paciente y su familia lo mejor que puedo; y lo primero que hago es separar esta enfermedad de otras que le pueden generar confusión como la o ELA ( Esclerosis lateral amiotrófica) o la neuromielitis óptica. Porque lo asocian rápido. El paso siguiente es contarles información que dé perspectiva: hace 40 años no había tratamientos. Y ahora tenemos 15 drogas. Hace 40 años se tardaba un montón en diagnosticar. Y ahora los criterios cada vez hacen que se diagnostique mucho más rápido. Con lo cual se tratan más rápido y el riesgo de discapacidad es mucho, mucho menor.
O sea, les doy el diagnóstico, les explico lo qué es, y les explico que es algo que por ahora no tiene cura, pero que la ciencia avanza, y que definitivamente hay un montón de cosas para hacer.
¿Cuáles fueron los momentos difíciles que tuviste?
Hace un mes o dos meses, se murió una paciente mía por un infarto cerebral, una paciente que estaba ya muy afectada y que ella ya no tenía más energía para seguir poniendo en su día a día, estaba muy cansada. Ahí para mí lo duro fue acompañar a la familia, porque la familia acompañaba la decisión de ella de no tomar medidas invasivas. Lo emocional para mí es lo más duro.
¿Y tenés pacientes de muchos años también, porque son tratamientos largos?
Hay pacientes de más de 20 años.
¿Y qué es lo mejor de la profesión?
Ver que mis pacientes siguen haciendo el plan de vida que quieren hacer. O que pudieron adaptar el plan de vida, pero que siguen adelante. Que pudieron incorporar el diagnóstico como una cosa más que les pasa. Es ver que siguen adelante. Yo tengo la pared izquierda de mi consultorio llena de fotos de bebés, de chicos. Y eso para mí es una de las cosas más reconfortantes. O sea, las personas han tenido hijos, han seguido adelante en la vida.
¿Cómo surgió el interés en el tema del burnout de los trabajadores de la salud?
Mi historia de todo lo que he sido laboral pasa primero por una experiencia personal. Yo en el 2010 tuve que tomarme un mes de licencia porque no dormía directamente estaba agotada. Pero en esa época no existía esta palabra. Estabas cansada. Estabas estresada. Y desde la pandemia empecé a darme cuenta más del cansancio, del impacto del trabajo con personas con problemas de salud y lo descuidados que estamos los trabajadores de la salud. O sea, los que tenemos que cuidar la salud de otros no somos cuidados. Entonces, para proponer actividades tenía, primero, que empezar a medir si lo que yo percibía era cierto y en qué modo nos afectaba. Y por eso hice el estudio.
¿Cuáles son las principales conclusiones del estudio?
De las encuestas que analizamos, que fueron unas 950 personas, de todos lados, no eran médicos nada más, participó voluntariamente todo trabajador de centros de salud . Un 70% de los entrevistados estuvieron en riesgo de burnout y el 30 % lo desarrollaron. Es un estudio multidisciplinario, participaron diferentes hospitales de nuestro país. Encontramos que ser más joven es un factor de riesgo, así como las personas con menos contactos sociales, por ejemplo. El burnout se asocia con hábitos de vida que son perjudiciales y aumenta el riesgo de muchas enfermedades. Y lo que más me preocupó mucho es que, independiente de la edad, el 70% de toda la población está en riesgo de tenerlo.
Marcela Fiol como profesional de la salud no solo estudia el cuerpo; también escucha lo que el cuerpo nos dice. Con su doble mirada —médica y humana— representa una generación de profesionales que se animan a tender puentes entre lo comprobable y lo sensible. Convencida que el camino es más amplio que la medicina convencional aspira a que su proyecto de Medicina Integrada, crezca, enfocándose en la asistencia a personas y en el desarrollo de grupos de trabajo. Cree que trabajar en grupo permite una profundidad en el análisis terapéutico que no se logra en sesiones individuales, y que la conexión entre los participantes es fundamental para el proceso de sanación.