Open main menu

Jorgelina Rodríguez -

Luthier

destacada Jorgelina Rodríguez
"“Soy una artesana del viento”"

Jorgelina es luthier de quenas, instrumento de viento cuyo origen se remonta a los antiguos pueblos andinos precolombinos. Para Jorgelina la quena es un instrumento sagrado y como tal lo fabrica con el amor y la artesanía que merece cada una de estas piezas.

Esta luthier porteña que vive en el barrio de Almagro, además es cantante, intérprete instrumentista (toca el charango, la quena, el sikus y la flauta traversa) y profesora de música particular y en una escuela secundaria, y también brinda talleres de ensamble de instrumentos.

Hace pocos años se recibió de licenciada en folclore con especialización en instrumentos criollos de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y casi paralelamente tomó el legado de su padre, Chiquito Rodríguez, un reconocido luthier argentino de charangos y quenas con más de 40 años de profesión, para dedicarse a la construcción de instrumentos de viento amerindios.

“A pesar de que mi padre era luthier nunca había pensado en dedicarme a eso”, cuenta Jorgelina que desde muy joven empezó a relacionarse con la música desde el lugar de cantante de blues, jazz, rock and roll y luego se metió en el folclore cuando comenzó a estudiar en la UNA.  

 “La luthería llegó a mi vida cuando mi papá se estaba yendo, le habían pronosticado poco de tiempo de vida y una forma de despedirme fue acercarme a él a través de la fabricación de instrumentos”, dice emocionada. “Nunca pensé que con mis manos iba a construir un instrumento”, confiesa. Actualmente le dedica muchas horas a la fabricación en el taller que funciona en su casa, a la que define de “multifunción” porque allí también da clases de música, ensaya y vive. 

La vida le fue dando varios maestros en la cuestión de la luthería y en poco tiempo logró grandes avances. Además de fabricar y construir principalmente quenas - y su familia: quenitas, quenachos, quenillas -, también realiza sikus (instrumento musical de dos hileras de tubos de caña de diferentes longitud), monseños (de sonido más grave, se toca de costado como una flauta traversa) y pincullios (es un instrumento musical aerófono, similar a una flauta dulce). Asimismo, recibe instrumentos para arreglar y afinar. 

Jorgelina no produce en grandes cantidades, lo hace principalmente por encargo y con la dedicación necesaria y ordenada que requiere una tarea artesanal de este tipo. “El tiempo de fabricación es relativo, depende de muchos factores, fundamentalmente del clima y de mi energía, si estoy baja de energía no hago nada porque no sirve, es un trabajo artesanal donde hay mucha transmisión personal”, explica Jorgelina. 

Es así que cada instrumento tiene su sonido y su color, puede tener el mismo diámetro, el mismo corte, pero cada uno es diferente. Cada quena “tiene su identidad”.  La principal dificultad que le presenta Buenos Aires a la hora de la construcción es la humedad: “Un clima ideal para hacer un instrumento es una temperatura de 20  a 25 grados y cero de humedad, porque afinar con humedad es dificilísimo”, confiesa esta luthier. 

Las cañas originalmente son asiáticas, no son plantas nativas de América, pero apenas las introdujeron en el continente se desarrollaron muy bien. En Argentina hay muchos cañaverales y Jorgelina prefiere uno de Berisso, provincia de Buenos Aires, donde hace años compra su materia prima. 

Cuenta que “en la época prehispánica las quenas podían ser de huesos, de plumas de pájaros, de arcilla, hasta de piedra. Ahora están de moda las quenas de madera porque no se rompen tan fácilmente y soportan mejor la humedad”. Pero Jorgelina prefiere trabajar con la caña; le han llegado para arreglar y afinar quenas añejísimas que estaban quebradas o abiertas, y según el caso algunas tienen solución. Sin embargo, respecto a la afinación, tiene que ver con el diámetro de los orificios: si la quena viene en un tono más alto ya no tiene arreglo, en cambio si está más grave si. 

“Cada vez más gente quiere mis quenas, y eso me da una satisfacción enorme, más allá de la curiosidad que despierta que soy la hija de Chiquito Rodríguez haciendo instrumentos y como tal sigo el modelo de mi papá, porque son quenas muy livianitas y fáciles de tocar, de sacarle el sonido, y siempre están afinaditas”, dice orgullosa Jorgelina sobre su labor.

Entre los desafíos que le tocaron, destaca los pedidos especiales. Hay músicos que le piden quenas con los agujeros cambiados de lugar o corridos en función de sus dedeos y forma de tocar.  Y agrega una anécdota reciente que la hizo feliz: “Hace poco regalé una quena a una gran quenista argentina, lo hice con mucho amor y la devolución fue excelente, me dijo que era una quena ideal para mujeres, por lo sutil y liviana a la hora de ejecutarla”. 

“La quena es un instrumento que puede vivir para siempre si se lo cuida”, explica Jorgelina. Y recomienda para su preservación que siempre esté atada con unos hilitos que la rodean de manera de amortiguar el impacto si la caña recibe un golpe fuerte. Cuando se termina de usar, hay que dejarla secar antes de guardarla en la funda. Una vez por año se le puede pasar un aceite de lino o almendra. Y en invierno hay que tener cuidado de que no se llene de humedad, contra lo cual sugiere limpiarla con algodón seco por dentro. 

Las quenas de Jorgelina están firmadas con sus iniciales JR y están a la venta en una importante casa de instrumentos musicales del centro porteño. También se consiguen en ferias de Buenos Aires y sobre todo en la provincia de Córdoba, a la cual va seguido y lleva un interesante stock para que desde ahí viajen por todo el país.  

Fotos por Paula Salischiker