Jenny es piloto, miembro de la Asociación Argentina de Acrobacia Aérea, y fue la primera mujer del país en participar de una competencia internacional en esa categoría. Asimismo, se desempeña como instructora de aviación dando clases en su propia escuela, la cual dirige desde 2016.
Oriunda de La Plata, provincia de Buenos Aires, esta mujer piloto se convirtió en el 2019 en la primera argentina en competir a nivel internacional en el National Aerobatic Championship que se realizó en Austria. También fue la primera mujer en sacar una licencia deportiva para acrobacia que emite la Federación Aeronáutica Internacional (FAI). Y no sólo eso: fue también parte del equipo argentino que, por primera vez, participó en competiciones internacionales de acrobacia y, para coronar, fue la primera mujer en participar en planeador.
Así fue como dejó su impronta en el mundo de la acrobacia aérea, que es aún incipiente en Argentina, y difícil de sostener desde lo económico: los entrenamientos son muy costosos y los pilotos no cuentan con grandes sponsors en el país. Sumado al hecho de que ser mujer en un mundo fuertemente masculino generó grandes desafíos para Jenny, quien los sabe afrontar con profesionalidad, tranquilidad y compromiso con el vuelo.
Si bien es parte de una familia de pilotos -su padre es piloto privado, así como su tío y su marido-, Jenny cuenta que “no crecí como la mayoría se imagina, la carrera de piloto nace en un aeroclub, mi viejo se dedicó a la aviación ejecutiva de aviones privados así que no teníamos contacto muy estrecho con el avión, capaz que en algún vuelito lo acompañábamos”. Lo cierto es que ella no vivió arriba de un avión durante su infancia. Sin embargo, destaca que lo que más la inspiró de su padre fue “la pasión que tiene por su trabajo, lo que ama volar, ésa es la parte de él que yo heredé, aunque siempre me dediqué a diferentes rubros de los suyos”.
¿Cómo es iniciarse en la carrera aeronáutica?
La consigna de la vida aeronáutica es juntar horas de vuelo, lo cual da experiencia. Con 40 horas, se rinde un examen para obtener la primera licencia, con 200 la segunda, con 500 la licencia de instructor, con 1000 otra habilitación. “Yo desde el principio sabía que quería hacer acrobacia. En el 2003, en un taller de pilotaje que se hacía en Tandil, había demostraciones de diferentes tipos de vuelo, allí hice mi primer vuelo de acrobacia y en planeador, doble debut. Y dije ‘esto me encanta’, ahí empecé a viajar a Tandil los fines de semana para hacer el curso de planeador”.
¿Cuál fue tu primera experiencia en ese tipo de vuelos?
Jenny cuenta que en el año 2006 comenzó a volar acrobacia en avión con un piloto al que ayudaba a lavar los aviones y acompañaba a festivales. Él lo llamó a su padre y le dijo “esta chica tiene que volar”, porque era la única que no se descomponía. Él fue quien la impulsó a meterse en dicha carrera.
¿Cómo encaraste la carrera en ese momento siendo un ámbito poco desarrollado en el país?
“Es importante enfocar el objetivo, porque tenés que destinar no sólo recursos económicos, sino también tiempo. Una hora de volar acrobacia equivale a 4 horas de vuelo normal; tenía que juntar cuatro veces más de esfuerzo para volar acrobacia. Además, con el agravante de que en Argentina no hay escuela de instrucción en acrobacia, así que me formé mayormente afuera. Todo lo de aviación va paralelo al resto del universo, la parte educativa la aprueba la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) y la parte deportiva, la Federación Argentina de Deportes Aéreos, la cual no cuenta con recursos para ayudar en el desarrollo de los vuelos acrobáticos. Es un deporte muy caro, porque el entrenamiento es muy caro y tenés que volar para llegar a competir”.
Además del esfuerzo económico para llevar adelante su carrera en la aviación acrobática, Jenny relata que son relativos los problemas de mareos que se pueden sufrir en este tipo de experiencias: “Hay una cuestión que tiene que ver con si tenés o no predisposición a algunas cosas, yo soy bastante salvaje, pero en general también lo vas adquiriendo a medida que entrenás”.
El entrenamiento es, efectivamente, una parte fundamental de su trabajo, y al que le dedica todo el tiempo posible. “En los vuelos se evita la improvisación, hay una frase muy conocida en aviación, que es que tu cabeza tienen que estar 10 minutos antes de lo que va tu avión, y en acrobacia se aplica en que tenés que ir 3 maniobras antes de lo que va el avión”. Jenny explica que en las competencias no existe la improvisación porque “te dan un programa y tenés que hacerlo, lo que hagas fuera de ese programa es penalizado”. Y cada figura que se hace en el aire es juzgada por la precisión con la que se realiza.
Jenny confirma que es feliz cuando vuela y que la formación en la competición le permitió perfeccionar las maniobras. A pesar de que ya tiene varios premios y competencias ganadas, dice que no es competitiva: “En esta área, a diferencia de otros deportes, la competencia es contra vos, acá estás sólo: volás vos y luego vuela el otro”, explica. Rescata que la disciplina y la formación que te da la competencia es increíble.
En 2019 se realizó en Dolores la primera competencia de acrobacia para avión y planeador, organizada por Asociación Argentina de Acrobacia Aérea, donde Jenny ganó el primer puesto es su categoría y también en la general (allí se cruzan todas las categorías de las dos clases: avión y planeador) y obtuvo el puntaje más alto de toda la competencia.
Por otro lado, su carrera también se desarrolla en su Escuela de vuelo Proflite, fundada en el 2014, donde comenzó como jefa de estudios, y dos años después asumió su dirección. Allí dictan cursos teóricos de todas las carreras aeronáuticas. Desde que comenzó la pandemia las clases se llevan adelante en modalidad virtual, lo cual les permite tener alumnos radicados a lo largo y ancho de todo el país así como de otros países.
Puntualmente, las clases que Jenny brinda son las de Factores Humanos y CRM, cuyos contenidos tienen que ver con las habilidades no técnicas de los pilotos, tales como cómo se comunican, la toma de decisiones, los liderazgos y la conciencia situacional. Jenny destaca que los contenidos que enseña se actualizan a nivel internacional anualmente, lo cual a su vez le exige una capacitación constante.
Jenny reconoce que viene aumentando considerablemente la cantidad de mujeres que se inician en alguna área de la aviación: “La aviación ha cambiado notablemente, en 2007 cuando yo hice el curso de planeador era la única mujer, ahora hay un montón de chicas, aunque en acrobacia todavía no tanto”, señala.
Con el objetivo de visibilizar esta profesión y compartir experiencias es que creó junto a otras mujeres del rubro la Asociación de Mujeres en Aviación. En 2018 realizaron su primer encuentro en la provincia de Buenos Aires, en el 2019 se reunieron en Córdoba, y durante el 2020 hicieron talleres virtuales donde las participantes contaron sus experiencias y trayectorias en las distintas áreas. Como se trata de un grupo incluyente, también hay socios varones: “Trabajamos desde la Asociación para la aviación en general y para dar a conocer los deportes aéreos, es decir aviación general, acrobacia en avión y en planeador, parapente, paracaidismo, globos, drones, aviones experimentales, aeroespacial”, explica Jenny, a quien le costó muchísimo salir de su bajo perfil. Revela que “tenía resistencia a la exposición, pero luego entendí que si nosotras no hablamos y contamos, nadie te va a venir a ofrecer ayuda; tenía taquicardia de hablar en público, pero entendí que hay chicas que necesitan ser inspiradas para decir ‘yo lo puedo hacer’, y realmente mi frase es esa: si yo lo puedo hacer, lo puede hacer cualquiera”.
Al respecto Jenny recuerda que, cuando era chica, su papá pegó un póster en su casa de la aviadora Patty Wagstaff: “El mensaje era que las mujeres lo pueden hacer, y yo crecí con eso, sabiendo que se podía. El ambiente aeronáutico es extremadamente masculino, los pilotos tienen un ego importante y los de acrobacia en particular más aún, se creen que son los súper héroes”, reconoce Jenny, que sufrió en carne propia algunas experiencias poco agradables a la hora de ser reconocida por sus logros por parte de sus compañeros pilotos. “Me parece que estamos frente a otro fenómeno, hay una falsa aceptación de que el machismo está mal, se hacen los que está todo bien mientras seas la mascota, cuando sos el centro ahí ya no gustó”, señala con desilusión.
Para su futuro laboral, proyecta seguir repartiendo su tiempo entre las clases de instrucción en su escuela y prepararse para las competencias regionales en el país. Afortunadamente la carrera de piloto es de larga data, mientras apruebe el examen psicofísico y su licencia esté vigente, volar es posible.