Graciela trabaja desde hace más de 25 años en su consultorio particular, y es dueña de una larga trayectoria en el campo de la medicina: fue de las mujeres que estuvo en la inauguración del Hospital Garrahan, en donde hizo gran parte de su formación, y una de las primeras en inclinarse en la especialidad de otorrinolaringología enfocada en niñez.
La visión de Graciela desde pequeña incluía ayudar a los niños y niñas. Cuenta que siempre sintió la necesidad de verlos bien y de aportar en pos de mejorar su calidad de vida. Cuando decidió estudiar medicina, sus padres no podían creerlo porque ella siempre se había mostrado muy sensible ante el sufrimiento de otros. “¿Vos vas a hacer medicina, que te ponés mal cuando un niño se lastima?, me decían. Y mi respuesta es que hasta el día de hoy me sigo emocionando; el día que deje de tener esa sensibilidad dejaré de ejercer”.
En el año ’87, cuando Graciela estaba en tercer año de la carrera de Medicina, se abrió el Hospital de Pediatría Garrahan. Llegó a entregar su currículum - se había recibido de Auxiliar de Enfermería Pediátrica y Neonatal un año antes de entrar a Medicina para demostrarle a su familia que podía hacerlo- el último día de la convocatoria, logró atravesar una serie de entrevistas con evaluadores, y se convirtió en una de las mujeres pertenecientes a la primera camada de Auxiliares de Enfermería del emblemático hospital de niños. “Trabajé durante un año con los mejores pediatras, esa época fue cuando empezaron a sobrevivir los bebés de menos de un kilogramo de peso. Hice tres materias de la facultad en la línea 60 de Olivos a Tigre y de Tigre a Constitución para ir al Garrahan y luego a Olivos todos los días, llegando a las 11 de la noche a la casa de mis padres”, recuerda. Fue una etapa de mucho aprendizaje y sacrificio.
Cuando rindió la materia final de la carrera y debía elegir una especialidad, tenía claro que el enfoque iría dirigido a una subespecialidad pediátrica: el manejo de la vía aérea y la imposibilidad de poder respirar en niños. Decidió entonces formarse en Otorrinolaringología con especialidad en la población infantil, que luego complementó con una Beca en Endoscopía Respiratoria en el Hospital Garrahan. Finalmente, el compromiso y profesionalismo de Graciela se reflejaron en sus dos mandatos como Presidenta de la Asociación Argentina de Otorrinolaringología y Fonoaudiología Pediátrica.
Algunas de sus experiencias incluyen la época en que, trabajando en el Hospital de Clínicas José de San Martín como única médica Endoscopista Respiratoria Pediátrica, la atención estaba enfocada en ella, tal vez por el hecho de ser mujer o por su forma empática de ejercer, cercana a los pares, familia y pacientes. “Había muchas miradas puestas sobre mí, como esperando que me equivocara”, comparte.
Graciela tiene varias anécdotas del estilo. Otro día, un prestigioso médico le cuestionó su forma de ser, coqueta, y si sus dedos largos y delgados le impedían operar. Graciela, posicionándose a partir de su formación profesional así como en su esencia de mujer, respondió y demostró que se puede ser mujer cirujana y que, incluso, sus dedos delgados la favorecían en el trabajo con niños tan pequeños. A partir de ese momento, comenzó a trabajar con más libertad y reconocimiento.
Efectivamente, en el Hospital de Clínicas fue 12 años médica de planta ad honorem. Allí vivió una experiencia que le cambió la vida y reafirmó su vocación: era un día en el que ya sólo quedaba la guardia, y le informaron que una niña de 3 años proveniente de Puerto Madryn había viajado para verla por recomendación de un pediatra. La niña se encontraba con un supuesto broncoespasmo pero, al verla, Graciela entendió que sus síntomas pertenecían a otra patología y que ésta revestía una emergencia; casi no estaba pudiendo respirar. Si bien no contaba con los recursos de personal para realizar la intervención, con la ayuda de un residente, la buena predisposición del personal de terapia intensiva pediátrica y los elementos mínimos, en un acto de valor logró realizarle la traqueotomía en la cama de terapia y salvar a la niña. “Creo que dejé diez años de mi vida en ese procedimiento, me comprime el alma”, relata sobre el hecho.
Graciela es una de las mujeres que abrió camino en la pediatría bajo la especialidad de otorrinolaringología. Hoy da charlas y conferencias, profundizando e investigando. Tiene un particular modo de atendimiento en el que los niños entran al quirófano disfrazados, y el acompañamiento del paciente es integral: no sólo trabaja desde el punto de vista científico sino también desde el humano y empático. Acompaña y promueve que toda la familia comprenda los distintos momentos de las consultas, de las cirugías, que acompañen y sean parte del proceso.
Actualmente, además de la parte asistencial otorrinolaringológica pediátrica y de la actividad científica, trabaja en la prevención. Las temáticas que aborda son, entre otras, la importancia de la vacunación y el uso racional de antibióticos. Tiene una Diplomatura en Seguridad del Paciente y Atención Centrada en la Persona, tema de salud pública a nivel mundial por el hecho de estar relacionado a las problemáticas de mayor impacto en el sistema de salud, desde el área quirúrgica, asistencial, hasta trabajo en equipo, prevención de errores, infecciones, etc. Es que pasión, compromiso, profesionalismo, humanismo, empatía y amor son algunos de los valores que Graciela intenta destacar en su trabajo. Asimismo, opina que el arribo de las mujeres en la medicina es cada vez más frecuente, en parte porque ser médico dejó de ser rentable, y ello feminizó la profesión.
Graciela es también Facilitadora de Factores Humanos en Aviación, así como piloto privado de avión. “Es maravilloso tomar las riendas de nuestras decisiones, no debemos cambiar nuestra esencia, nuestra sensibilidad, para ser mejores profesionales. Considero que para ser un buen profesional, debemos ser buenas personas, sensibles, empáticas, y por supuesto esforzarnos día a día en nuestra continua formación y actualización médica profesional”.