Gabriela es una investigadora del arte poco convencional: se especializa en analizar la dimensión material de los objetos artísticos, es decir, de qué están hechos y qué prácticas se involucraron en su realización. Investiga desde obras antiguas hasta modernas y contemporáneas.
Se presenta como una profesional que “circula por senderos y márgenes que se tocan con otras disciplinas” y le gusta aclarar que no hace “una historia del arte tradicional”. Su especialidad encara los objetos artísticos desde la materialidad hasta dimensiones más simbólicas.
Historiadora del arte egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Gabriela es hoy investigadora principal del Conicet, docente de la UBA y de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) donde también dirige el Centro de Investigación en Arte, Materia y Cultura (MATERIA).
Para aproximarse al objeto artístico que investiga, entran en juego y en diálogo varias disciplinas: “Las tres patas de nuestro trabajo son la historia del arte y de la cultura visual, la química y física, y la conservación–restauración”. Al frente de un equipo de 25 personas, cuenta con cada uno de sus colaboradores para aportar su mirada y sus preguntas para desarrollar una investigación.
Los resultados se plasman en presentaciones en congresos, conferencias y en la docencia. Pero Gabriela también destaca la otra faceta que tiene que ver con la conservación del patrimonio: “Con estos estudios aportamos al conocimiento del patrimonio artístico de un museo o de la iglesia”, detalla.
Como un detective, trabaja con indicios y detalles porque en ellos se pueden identificar ciertas acciones y sentimientos. “Hemos trabajado codo a codo con la policía científica, por ejemplo, cuando se precisa identificar si una obra es de tal época o hacer un peritaje científico de un objeto robado”, indica. Asesoró en casos judiciales a los gobiernos de Perú, Bolivia y Chile. Trabajó con repositorios museológicos del país y del extranjero y es especialista en uso de equipamiento y técnicas para introducirse en las entrañas de un objeto.
A modo de ejemplo, cuenta que en el Centro MATERIA de la UNTREF utilizan una “pistola de fluorescencia de rayos X”, que, al acercarla a la obra de arte, identifica los elementos del mundo inorgánico -minerales o metales– con los cuales fue realizada. Eso les permite que no haya que mover la obra de su lugar de exposición para estudiarla. Con ese instrumento han generado el proyecto Investigación y Museos, a través de cual testean instantáneamente elementos de alguna pieza cuando tienen dudas sobre la época en la que fue confeccionada.
Para identificar los componentes orgánicos realizan otros tipos de estudios, que también tienen muy desarrollados, pero para los cuales se usan técnicas más complejas.
Gabriela comenzó su carrera trabajando sobre las relaciones entre el arte moderno de los artistas concretos en Argentina de la década del ´40 y ´50 y la manera en que esos artistas se apropiaron de las ideas científicas de fines del siglo XIX y XX. “Siempre me interesó el universo de las ideas científicas y considero que la relación no puede ser mecánica: la gente se apropia y hace su propia lectura de esas ideas”, explica.
Durante la década del ´80 y ´90, formó parte de la Fundación TAREA, que se dedicó a la conservación, restauración e investigación del patrimonio artístico colonial de Argentina. Recuerda que llegó a ese espacio de la mano de dos maestros que no puede dejar de mencionar y agradecer: José Emilio Burucúa y Héctor Schenone.
En ese momento, dejó el arte concreto y comenzó a dedicarse al arte del siglo XVII y XVIII. Durante años trabajó investigando objetos devocionales y figuras sagradas. “Que la gente le rinda devoción, toque y adore a un objeto lo modifica. Las marcas, las huellas de lo que esas personas sienten por ese objeto, que muchas veces es una escultura, los transforma en cuerpo vivo: que tal Virgen llora, que a tal Cristo le fluye sangre”, señala.
Estudió objetos como el Señor del Milagro de Salta, la Virgen de Copacabana de Bolivia, y la Virgen del Carmen de Santiago de Chile, y describe lo increíble que fue para ella darse cuenta de en qué medida esas imágenes para los creyentes tienen otra dimensión: “Me ha sucedido que desaparecían los hisopos o algodones que usaba para trabajar porque la gente se los llevaba ya que habían tocado la imagen. El tema del tacto y la sacralidad de esa condición material es lo más complejo y fascinante de investigar”, cuenta entre sus anécdotas.
En la zona andina recorrió iglesias, capillas y conventos del Altiplano, del noroeste argentino, el norte de Chile y el sur de Bolivia. Durante el 2018 formó parte de un proyecto internacional llamado “La pintura mural en la ruta de la plata”, la ruta de Potosí a Arica, dirigido por colegas chilenos.
Hoy, sus días de trabajo son muy variados. Si está en el Centro MATERIA se dedica a leer, discutir textos, armar los proyectos, e investigar o estudiar junto a los químicos del equipo las muestras que tienen que analizar. Las bibliotecas y archivos son su segunda casa.
Gabriela desea seguir tendiendo redes. Desde hace muchos años, procura lograr que gente de ámbitos muy distintos se escuche y aprenda, sobre todo para desarrollar la conservación del patrimonio.