Fabiana dirige Gerbera Ediciones, considerada la única editorial inclusiva en Latinoamérica. Desde hace 8 años edita libros para niños y adolescentes con tipografía amigable para personas con dislexia y en tinta braille.
El resultado de la iniciativa es impresionante: 50 títulos del catálogo se distribuyen a todas las provincias de Argentina y llegan a Chile, Uruguay y Estados Unidos, y próximamente a Colombia y México. Asimismo ofrece una gran oportunidad para los autores e ilustradores argentinos: el noventa y cinco por ciento de sus autores e ilustradores son locales.
Como muchos que contribuyen para construir nuestro país, Fabiana es inmigrante y cruzó el río de La Plata. Dejó Uruguay y acá cursó la carrera de Periodismo y la licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Misiones. Sus primeras experiencias en el mundo laboral fueron como periodista en medios locales de esa provincia.
En el 2002 se mudó a Buenos Aires e ingresó a trabajar en una importante cadena de librerías; ése fue el inicio de su estrecha relación con los libros. Los 10 años de experiencia como librera más una primera incursión en la edición de libros confeccionados en tela para la primera infancia la llevaron a fundar su propia editorial.
“Los libros de tela para bebés eran más un hobby que otra cosa. Yo hacía de todo: comprar las telas, coserlos, mandarlos a estampar, rellenarlos, y los distribuía”, cuenta Fabiana respecto a sus inicios como emprendedora. En los inicios todo era sumamente artesanal y lo hacía desde su casa luego de cumplir su jornada como librera. “La ayuda de la familia fue fundamental”, cuenta al describir el nacimiento del sello editorial cuando la apoyaban con la distribución de los libros de tela y de cartoné (cuentos con todas las páginas de cartón para los más pequeños). Pero Fabiana prefiere decir que Gerbera Ediciones terminó de nacer cuando dejó su trabajo en relación de dependencia y se dedicó de lleno a ser directora editorial.
En los comienzos eran dos personas, ella y una diseñadora gráfica. Para los primeros libros realizó un concurso por las redes donde convocó a escritores e ilustradores. Y el gran salto se concretó cuando tomó la decisión de imprimir cada libro con tipografía amigable para personas con dislexia (alteración de la capacidad de leer por la que se confunde o se altera el orden de letras, sílabas o palabras). A partir del quinto libro, todos los títulos pasaron a ser inclusivos, desde aquellos destinados a la primera infancia hasta los dirigidos a adolescentes.
La decisión de abrazar este oficio surgió de una experiencia personal. “Toda la vida tuve la costumbre de regalar libros para los cumpleaños, incluso cuando era para amigos de mi hijo. Lo que pasó fue que en una ocasión lo encontré muy triste porque no lo invitaron a una fiesta. ¿Y por qué? Simplemente porque la madre de la cumpleañera quería evitar que le regalasen libros. La razón era porque tenía dislexia y le costaba mucho leerlos. O sea, que le regalasen un libro a la niña era como si le dieran una piedra, por su problema con la lectoescritura. Ahí me puse a investigar el tema y descubrí que en promedio, en una clase de 30 alumnos, 2 pueden tener dislexia”, señala Fabiana.
Inquieta delante de esa realidad, entendió la importancia de invertir en la producción de libros accesibles a quienes tenían desafíos para leerlos. El primer paso fue investigar la tipografía apropiada, que tiene ciertas características que hacen que el texto se “quede quieto”para las personas con dislexia (una de las particularidades para ese grupo es la sensación de que las letras se mueven, giran, suben y bajan de renglón cuando intentan leer un texto impreso con una tipografía normal). “La tipografía que usamos es amigable para disléxicos pues el mayor peso en la base y ciertos ángulos entre letra y letra hace al texto visualmente estable. Para el lector común es imperceptible, pero para aquellos con dislexia, eso le permite leer de corrido”, detalla orgullosa.
Su meta de llegar a todos los públicos la llevó también a imprimir una parte importante de los títulos con tinta braille y tinta común en el mismo libro. Así, videntes o no pueden compartir el mismo texto. “No son libros exclusivos para ciegos, son libros inclusivos. Me gusta señalar que son tres veces inclusivos”, dice Fabiana.
El mismo principio de accesibilidad también se refleja en las temáticas de los títulos, que giran en torno a la interculturalidad, diferencias sociales, cuestiones ambientales, alfabetización, adopción, diferentes formas de maternidades y paternidades. “Ningún libro te dice directamente qué tema toca o trata; lejos de etiquetar, la editorial es más poética, metafórica, dejamos abierto a que el lector descubra e interprete. El objetivo editorial es abordar los temas sutilmente. Los chicos y chicas tienen gran capacidad de entendimiento. No hace falta ser explícitos. Queremos que los niños tomen los temas con naturalidad y no que sean impuestos a través de un texto”, explica.
Al frente de una editorial pequeña, a Fabiana le tocan varias y distintas tareas: contestar las indagaciones de los clientes, manejo de las redes sociales, organización de la logística, cobranzas, buscar nuevos clientes, y elegir autores e ilustradores. “Pero indudablemente lo que más me gusta es leer, editar y buscar lo que está por venir”, asegura.
La buena relación con autores e ilustradores es, como asevera, la clave en una actividad que debe ser fundamentalmente colaborativa. “Trato de que ambos tengan contacto estrecho y trabajen en conjunto durante el proceso de edición. Que se inspiren y ayuden mutuamente”. Como señala, es el acuerdo en la elaboración que permite resultar en un libro armonioso, pasible de ser apreciado. “Para mí, cada libro que se publica es especial. Mi sueño es seguir haciendo los libros que me gustan. No hacer libros porque sí ni sacar títulos en cantidades. Acá, cada libro vale muchísimo” afirma orgullosa.
La actitud positiva de Fabiana tiene mucho que ver con la forma en que resistió las críticas iniciales que le hicieron al incluir herramientas inclusivas en toda la producción de la editorial aunque significaba un gran riesgo económico. “Yo conviví con la exclusión toda la vida porque mi hermano mayor tiene síndrome de Down. Nosotros vivimos como familia esa realidad que nos lastimó durante tanto tiempo; y, aunque parezca muy poco, cuando tuve la posibilidad de hacer algo para incluir a una pequeña parte que se siente excluida, lo hice”.
Entre los mejores recuerdos que atesora de su vida profesional, Fabiana destaca los momentos en que los padres de niños con dislexia escuchan a sus hijos leer de corrido por primera vez, o aquellos en que una persona ciega puede compartir el placer de la lectura. “Innumerables veces me enviaron fotos de algún adulto ciego leyendo a sus hijos o de niños compartiendo los dos el mismo libro. Son esas experiencias que me hacen sentir que estoy logrando llegar a una meta que va más allá de la venta”, cuenta emocionada.
La realidad es que hay muchas personas con dificultades de lectoescritura, pero el mercado editorial específico no es rentable. Pero ello no es un impedimento para que Fabiana mantenga la calidad literaria de los textos, que aspira puedan ser accesibles a todos. Gracias a su perseverancia, más y más niños y niñas, en la Argentina y en el exterior, pueden disfrutar de un mundo de aventuras y descubrirlas a través de la escritura.