Claudia atiende partos hace 27 años, y hoy su especialidad cuenta con una licenciatura médica llamada obstetricia. Su vida está dedicada a esta temática, es la jefa de la sección de obstétricas de un hospital público de la Ciudad de Buenos Aires y desde el año 2000 dirige la carrera de Licenciatura en la UBA.
La labor de las parteras se remonta al minuto cero de la humanidad, ellas son las que acompañan y asisten los nacimientos. De esos saberes instintivos y ancestrales a estos tiempos han pasado muchas cosas, sobre todo en estos últimos años con los avances científico-tecnológicos. Desde 1992, cuando Claudia se graduó de obstétrica, hasta hoy que la carrera alcanzó el grado de Licenciatura en la UBA, profesionales como ella han pasado de ser parteras a obstétricas, y actualmente cuentan con el grado de licenciadas y una formación integral con fuerte contenido psico-social para acompañar a las mujeres que van a dar a luz.
Claudia tiene una inmensa experiencia en partos, es su trabajo y vocación desde muy joven. Si bien comenzó estudiando medicina, todo cambió cuando tuvo a su primera hija a los 19 años. En ese momento, decidió dedicarse a acompañar embarazadas. A los pocos meses de parir a su bebé volvió a la facultad y se cambió a la carrera de obstetricia, con la clara percepción de que le interesaba el perfil bio-psico-social del tema: no tanto el parto ni sus aspectos biológicos, sino todo el contexto que rodea a la mujer a la hora de parir.
“Toda mi vida está dedicada a la obstetricia: vengo al hospital todos los días, acompaño partos, de ahí me voy a la facultad, dirijo dos carreras de especialización, hago proyectos, soy consejera directiva, todo en función de que esta profesión salga adelante y que las mujeres reciban una atención de calidad”, cuenta.
Entusiasmada y orgullosa, hoy dirige la Sección de Obstétricas del Hospital de Agudos José María Ramos Mejía, donde se atienden 1300 partos por año. En 1993 entró al equipo del hospital como obstétrica de guardia, luego concursó por una coordinación y actualmente es jefa de unidad. Además, es directora de la Carrera de Licenciatura en Obstetricia de la Universidad de Buenos Aires y creadora de dos especializaciones: Lactancia y Crianza, y Salud Reproductiva y Sexual de la Mujer.
“Mi primer parto fue de concurrente. Lo tengo grabado en mi retina, casi no llegó a ponerme los guantes. Cada parto es maravilloso, aunque hayas estudiado mucho y entiendas las causas biológicas no lo podés creer. Es mágico ver desprender una cabecita. Es increíble, es una emoción inmensa”, relata. Según define, el parto es ciencia y paciencia. Es estar y acompañar. “No mirar el reloj sino el proceso, sin intervenir demasiado, sino sólo en lo que la madre necesita. La protagonista es la mujer, tenemos que tener cualidades para entender esto; por eso tenemos una base importante en lo psicológico cuando nos capacitamos”, detalla sobre la formación.
Claudia considera que su profesión es muy grata ya que la mayoría de los partos salen bien, las mujeres son muy agradecidas y poder colaborar con el contexto familiar es enriquecedor. “Sino no lo haríamos, son muchas horas de trabajo, gran sacrificio y sobre todo no tener horarios”, reconoce esta profesional que llegó atender casi 50 partos por mes.
Las licenciadas en obstetricia, además de asistir en el momento del parto, hacen una importante tarea previa -la preconcepción- y en el posparto, es decir, continúan con la atención de la mujer en lo que respecta a la lactancia y a la salud sexual y reproductiva, incluso en la crianza del bebé hasta sus dos años de vida. Claudia cuenta que las mujeres las buscan para ser acompañadas en ese proceso ya que se genera un vínculo muy fuerte en el trabajo de preparto y parto. “Con nosotras se sienten contenidas”, dice, destacando que se siente recompensada con su trabajo.
Sin embargo, reconoce que hay momentos duros en el hospital público porque llegan casos de mujeres en condiciones muy vulnerables. “Tenemos la particularidad de que llegan pacientes sin ningún tipo de cobertura, que pisan el hospital por primera vez cuando están embarazadas, algunas llegan a parir sin controles previos”, cuenta. Los casos más difíciles son los de aquellas mujeres embarazadas víctimas de violación o vinculadas a adicciones. “Hemos atendido a mujeres que llegan totalmente fuera de sí, desconectadas por el consumo de droga, en esos casos no podemos saber de cuántos meses está, si rompió bolsa, si viven en la calle, esas situaciones son terribles”, revela.
Claudia también trabaja para lograr que se apruebe una ley del ejercicio profesional ya que dejaron de ser obstétricas para ser licenciadas con competencias propias y título de grado, y “esto merece un acompañamiento por la ley del ejercicio profesional”.
“Queremos desprendernos de la mirada médica que nos considera parte de actividades de colaboración, en esa categoría nos ubican desde 1967 por la Ley de ejercicio profesional para médicos, odontólogos y otras actividades. Nosotras tenemos otro perfil de formación, que incluye un contacto más directo con la comunidad y otro trato con las mujeres embarazadas. Por eso queremos una ley que refleje nuestras competencias y que reconozca que realizamos una labor específicamente en el área de salud sexual y reproductiva”, explica, considerando que ella y sus colegas se encuentran muy desdibujadas por la función médica cuando en realidad tienen autonomía en muchos aspectos y competencias específicas.
En ese sentido, Claudia promueve centrar la atención en beneficio del binomio madre-hijo y considera que todas las opciones para parir son válidas. “No se es más o menos mamá por el tipo de parto. Para mí el modelo es el parto respetado, es decir, menos intervenciones, menos tecnicismo y más cuestiones humanitarias”, explica.
Es que Claudia lo sabe y muy bien por experiencia propia y familiar. Recuerda que cuando su hija tuvo a su nieta, ella pretendía que fuera una cesárea, no quería dejar margen a ningún error. Finalmente, fue un parto vaginal perfecto, todo salió muy bien. Desde entonces Claudia reconoce que hizo un click y aprendió que a veces por cuidar tanto se descuidan algunos aspectos. “Entendí que una se tiene que correr para darle lugar al deseo y necesidades de cada mujer”.
Su frase de cierre de la entrevista resulta muy inspiradora: “Para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer, dice Michel Odent, y para mí es así de literal”.