Ciela es una artista multidisciplinaria: poeta, dramaturga, narradora, performer, docente, investigadora y directora teatral. Coordina desde hace más de 20 años el colectivo poético teatral Vuelos, cuyos ejes pedagógicos y artísticos dieron a la luz más de veinte espectáculos para chicos, jóvenes y adultos. Además lleva adelante la escuela online de Bioescritura donde brinda talleres de poesía, de dramaturgia, literatura orientada a las niñeces, clínica literaria y de escritura creativa.
Actualmente se desempeña en la Dirección de Cultura de Morón, provincia de Buenos Aires, en la coordinación de dos proyectos creados y presentados por ella misma: Círculos de la Vereda, programa de articulación expresiva entre escuelas de arte del Municipio, un espacio de investigación y reflexión que parte de lo corporal, y la creación del Bosque de poesía Alba Correa Escandell, en el espacio verde y abierto que rodea al Centro Cultural Comunitario Paracone, ubicado en la localidad de Morón.
La primera experiencia en bosques poéticos la tuvo Ciela en el jardín de su propia casa en Miramar: Bosque de poesía “La ballena en la luna” (ya que hoy divide su año viviendo parte del tiempo en la costa y parte en Morón). Los bosques de poesía, nos cuenta Ciela, integran una Red latinoamericana que crece y crece, y fueron impulsados por el poeta salteño Leopoldo “Teuco” Castilla.
En 2022 creó el Bosque de la poesía Alba Correa Escandell, un pequeño espacio verde que pretende crecer, donde conviven especies nativas -recientemente sembradas- que llevan el nombre de un autor o autora de literatura argentina, con grandes árboles que hace muchos años se encuentran en ese terreno. En esta oportunidad Alba Correa Escandell fue el nombre elegido para el bosque en honor a la poeta oriunda de Castelar.
“Se plantan árboles nativos y al mismo tiempo se trabaja la literatura, la idea de esta actividad es que todos somos poetas, la poesía no es exclusiva de personas especiales, el objetivo es que se pueda vincular la poesía con la naturaleza, ese árbol en el bosque lo siembran los chicos y chicas, ya hay 11 árboles nativos que conviven con las especies preexistentes”, cuenta Ciela.
¿Cuándo te empezaste a definir como poeta?
Desde muy niña, fue muy impactante para mí. A los 8 años tuve la necesidad de expresar el dolor que me provocaba tener un jilguerito que le faltaba una pata, lo teníamos en una jaulita, le dábamos agua y alpiste y a mi me provocaba muchas cosas, la mirada de la niña, ese ser encerradito, sin una patita y me nació escribirle un poema. Recuerdo la aceleración del corazón, todo lo que me provocó esa escritura y yo creo que fue ése momento en el que la poesía despertó en mí, no racionalmente, pero algo me dijo que la poesía era el camino, por más que hago muchísimas cosas el eje de mi trabajo artístico, docente y profesional es la poesía.
¿Recordás cuáles fueron tus primeras lecturas?
Tuve la suerte en la escuela primaria de tener una maestra que usaba el manual de lectura de María Elena Walsh que se llamaba Aire Libre que para mí fue muy importante, ya sabemos que, con respecto a la literatura infantil, hay un antes y un después de María Elena Walsh. La imaginación desbordante, la trasposición de la realidad, provocó en mí un impacto profundo. Además tuve una maestra que veía mis condiciones y entonces me hacía escribir más, la escuela es tan importante en la vida de las niñas y los niños.
¿Desde esos 8 años que empezaste a escribir nunca paraste?
Siempre escribiendo, nunca paré, fue muy incentivado por la naturaleza también, porque a los 8 años me fui a vivir a San Bernardo, era un pueblo incipiente y vivíamos trepadas arriba de los árboles, los cumpleaños se festejaban en la playa, andar a caballo, es decir, una vida muy ligada a la naturaleza que conectó e incentivó aún más la escritura poética. Además cantaba, tocaba la guitarra, cada vez que se inauguraba algo nuevo en el pueblo me llamaban para que cantara y a mí me gustaba, y está ligado a mi realidad hoy de mujer adulta que estoy trabajando en un espacio rodeada de naturaleza y también estimulando la lectura porque yo acá recibo niños, niñas, docentes y trabajamos justamente el vínculo de la poesía con la naturaleza. Hay una frase de Vicente Huidobro que para mí es nodal en esto que estamos conversando: “Hacer poesía como la naturaleza hace árboles”.
De pequeña empezaste escribiendo sobre la naturaleza luego has escrito una obra sobre la violencia de género y el abuso intrafamiliar llamada Belleza y escándalo ¿Cómo fueron cambiando los temas de tu poesía?
Yo creo que no hay un tema sino que hay una necesidad de expresar a partir de las experiencias que te toca vivir. Los temas van emergiendo, y hay que tener el oído interno abierto y la disposición del alma para entrar en esas temáticas que nos conmueven. Insisto con que la naturaleza es el sustento de todo, porque somos naturaleza, nuestro cuerpo es naturaleza. Aunque a veces nos resistimos, el cuerpo atravesado por experiencias de dolor pide a gritos expresarse para no enfermarse. En el caso de Belleza y escándalo, emergió como poema dramático sobre el abuso intrafamiliar, fue un proceso de sanación muy poderoso. Además le puse el cuerpo y armé un equipo interdisciplinario con el que la estrenamos. El trabajo en equipo es muy importante, tanto para hacer un libro, como para hacer una obra teatral.
Siempre el proceso es colectivo, e implica un trabajo de investigación y de integración de disciplinas.
Entonces primero pusiste en escena tus propias obras y luego las publicaste. ¿Cómo fue ese proceso?
Para cada obra poética que nació, para cada libro de poesía hubo una performance que la acompañó. Yo al principio no publicaba mis libros, los ponía en escena.
Fue a partir de conocer a dos poetas muy importantes en mi vida: Alberto Luis Ponzo y Alba Correa Escandell, que empiezo a publicar. Ellos vieron mi primera performance poético musical que se llamaba Puesta en la escena y se sintieron conmovidos. Me esperaron y me hablaron de Elba Fábregas, una poeta, mimo, titiritera multidisciplinaria, ya fallecida, que había sido amiga de ellos y de algún modo, algo de mi trabajo les recordó a ella. Fue un honor enorme. Y entonces me dijeron “los textos que vos hacés en la performance tienen que estar en un libro o en un cuaderno, que el público se lleve y puedan leerlos” . . . así empiezo a publicar. Ellos me hacen el primer librito artesanal para que yo tenga para dar en las presentaciones. Luego me presentaron a su editor y así fueron apareciendo mis libros de poesía Las palabras del puente y El ojo abre. Y en pandemia Un toro en la garganta del jilguero de editorial Leviatan.
¿Cómo fue tu formación y con qué otras disciplinas alimentas tu labor poética?
Yo escribía, escribía, y guardaba y en la búsqueda de mi proceso de sanación es que empiezo a hacer el abordaje de lo corporal y hago el profesorado nacional de Expresión Corporal, me empiezo a formar como actriz y entonces empiezan las performances con mis textos poéticos. Primero fui maestra de grado, y si bien era muy creativa, tenía muchas dificultades de comunicación, una enorme timidez.
Hoy miro mis fotos de los 20 años y me veo como una persona mayor cargada de pesos emocionales. Desde entonces fui haciendo todo un proceso, empiezo a hacer mimo, yoga, la conocí a Indra Devi, que fue un encuentro de pura magia. Destaco la formación que tuve en la Escuela Nacional de Danzas donde me recibí de profesora de Expresión Corporal, porque fue para mí el gran portal, allí conocí docentes brillantes que acompañaron el inicio de una investigación que empezó ahí y nunca terminó en relación de la palabra en el cuerpo, entonces fue muy integrador de mis necesidades internas, de lo que yo buscaba, de lo que necesitaba y ordenador de lo intelectual, lo corporal, lo creativo. Paralelamente yo hacía talleres literarios. Luego estudié filosofía y letras, aunque no terminé, la carrera me sirvió muchísimo.
En tu trayectoria noto cómo se une el cuerpo y la emoción, el cuerpo y la poesía, esto hace unos años no era tan común de ver.
El camino no fue nada fácil, la primera performance que yo hago en Liberarte, un espacio cultural emblemático en Buenos Aires, generó una reacción en la gente en esa época: ¿qué hace esta mujer? Imaginate, textos poéticos, mucho trabajo corporal, el trabajo con la imagen, el símbolo, era como rarísima, no era teatro, no era danza. Trabajaba con música en vivo, con Nelson Lema, un músico multi instrumentista maravilloso.
Pero la gente salía muy conmovida, muy atravesada. Hoy hay conciertos literarios por todos lados, conciertos de poesía y música pero en esa época era una rareza total: no era recitado, no era una obra de teatro, entonces, no podían encuadrarlo en ningún lado.
¿Y te criticaban?
Sí, claro, sí, sí, gente que se enojaba, gente que salía llorando y agradecida, gente que me escribía cartas porque le reflejaba su propia vida. Eso me afirmaba más en mi camino porque el arte tiene que conmover.
Yo estaba segura que la gente no salía igual de mis presentaciones, salía modificada.
¿Tenés un método de trabajo o rutina a la hora de escribir?
Sí, a partir de que en 2017 me fui a vivir a Miramar, ahí empecé a tener la rutina de levantarme muy temprano y hasta el mediodía estoy escribiendo. Toda la mañana dedicada a la escritura, a la corrección, a la lectura. Antes de esa fecha escribía cuando podía, siempre teniendo una libretita en la cartera y anotando. Pero tener una rutina es muy hermoso y ordenador.
¿Qué resultados viste con esta disciplina?
Maravilloso, porque asumís que es tu oficio, soy una obradora, y como cualquier persona, tengo mis horarios de trabajo.
¿Cómo describirías a los talleres de escritura que brindás?
Trabajo con un método propio, desde lo interdisciplinario, la gente viene a trabajar conmigo más desde el desarrollo humano. La última formación que hice, en esto que te decía de la educación permanente, fue en Neuro Bio Gestalt, o sea, tomando herramientas de las neurociencias, de la Gestalt, que para mí es súper interesante, entonces fui incorporando esto a los talleres que brindo. Mi misión, así lo siento, es acompañar el desenvolvimiento expresivo y creativo de todas las personas.
En sintonía con su quehacer poético que vincula fuertemente el cuerpo con la palabra poética, Ciela, a lo largo de su trayectoria, ha puesto en escena muchas performances poéticas teatrales musicales (así las define), entre ellas se destacan Belleza y escándalo, Anejir, Arbor, entre otras, y Los chorlitos (disco de música para las infancias), compartidas con artistas de otras disciplinas.
Entre sus libros de poesía publicados se encuentran: Poesía puesta en la escena y Las palabras del puente, editorial Hojas del Caminador, El ojo abre, editorial Araucaria, Un toro en la garganta del jilguero, editorial Leviatán. También participó con una obra de dramaturgia de su autoría en el libro Pañuelos en escena, teatro para no olvidar, editorial El Zócalo, donde seis autores de zona Oeste escribieron sobre seis madres de Plaza de Mayo emblemáticas de zona oeste. También se destaca su obra Para las próximas flores sobre la vida de Josefina de Noia, editada por la cooperativa El Zócalo.
Para niños escribió Una tarde como ésta, un cuento historieta. Los cuentos de la buena pipa, editorial MB y Extraordinariamente libre, editorial cooperativa El Zócalo.
Hoy Ciela cuenta que está trabajando en un nuevo poemario llamado El cantar de las mujeres y como es parte de su ADN profesional se sigue formando y experimentando en el arte, es alumna de Iris Guiñazú, una gran maestra de canto esencial, “la siento muy ligada a todo lo que yo hago, por esa búsqueda justamente de la esencia, de la expresión del ser”.