Cecilia se autodefine como curadora vintage, se formó de manera multifacética en producción de moda, es museóloga, estudió profesorado de historia, es actriz y desde siempre es cazadora de prendas con historia. Hoy esta porteña de 40 años crece en su showroom de ropa vintage al ritmo de la moda circular.
Su espacio de trabajo está ubicado en el icónico barrio de San Telmo en la Ciudad de Buenos Aires, cerca de anticuarios donde se respira un aire artístico de otras épocas.
Comenzó desde muy jovencita adquiriendo algunas piezas de indumentaria del pasado, cuando avanzó en la venta de las mismas lo hacía en una de las primeras redes sociales, Facebook, no se dedicaba full time a esa labor sino que la combinaba con un trabajo de administración que nada tenía que ver con la moda, aunque cada tanto diseñaba vestuarios y fabricaba carteras.
Recuerda los primeros tiempos en el mundo de la moda vintage como un hobby o entretenimiento, hasta que conoció a unas chicas que hacían una feria de venta de ropa usada en sus casas, allí se dio cuenta que ella tenía cosas “mucho más lindas”, que todos siempre le preguntaban de dónde las sacaba, se animó con una amiga abrir el patio del ph donde vivía, en Caballito, y exponer y vender sus tesoros. Ese fue el punto inicial a una actividad que con el tiempo fue organizando, poniéndole una dinámica de trabajo y mucha dedicación y creatividad.
Precisó algunos años y algunos ahorros para lanzarse definitivamente al mundo emprendedor. Doce años después vive de Cazadora Vintage, su tienda de curaduría y restauración de ropa y accesorios, principalmente de los años 60 y 70, que funciona con turno y atención exclusiva.
Para el método de curaduría que logró actualmente pasaron muchas cosas, muchas búsquedas y muchas prendas con historia “cazadas” en diferentes lugares.
¿Cuándo y cómo empezaste a coleccionar ropa vintage?
Empecé a fines del 2011. Yo había estudiado producción de moda y siempre me interesó la ropa de otra época, también porque estudié profesorado de historia, aunque no lo terminé, pero es como que todo eso te hace un background de interés en algo del pasado. Siempre me dio mucha curiosidad. La primera ropa vintage que me compré fue una chaqueta de los años 70, en 1999, en ese momento salía 15 pesos, y no estaba para nada de moda, estaba como muy obsesionada con Janis Joplin y después había empezado a leer Las venas abiertas de América latina y flashie revolucionaria de los 70 entonces dije: quiero esa campera, la vendí muchos años después, en 2012, porque ya me quedaba grande. Fue mi primera prenda y la verdad es que fui coleccionando muchas cosas, me las reformaba y después estudié producción de accesorios.
¿Cómo te animaste a emprender, a dejar el trabajo del que vivías?
Para emprender vos tenés que verte realmente y ponerle toda la onda, tenés que meterte en eso, porque si vos tenés otro laburito es como que tu atención no está plena. Yo creo que la fórmula de tener éxito con un emprendimiento en este país, además de la creatividad —que tenemos un montón para sobrevivir— es meterte de lleno. Es difícil porque te tenés que preparar. Yo me preparé ahorrando dos años en mi trabajo, que era una oficina, trabajaba en un back-office, que me daba un sueldo fijo bueno todos los meses. Mientras tanto trabajaba para mi propio proyecto. Soy metódica, esa es otra forma también de poder emprender. Dejás muchas cosas en el camino. Lo que te mueve cuando emprendés en algo, en lo que sea, es meterte y nadar porque si no te hundís.
¿Cómo es tu proceso de trabajo?
Fue cambiando también a través de los años. Hoy en día, donde voy siempre estoy dispuesta a cazar algo. Puedo ir caminando por la calle y veo algo, así sea una señora que tiene una mantita en el piso o sea un local, también mucha gente viene con una valijita acá y yo selecciono, voy a un showroom cerrado de gente que también me conoce, a veces viajo. Cuando viajo si encuentro algo lo traigo. Voy con esa sed de buscar, de siempre estar atenta, porque no sabés dónde puede haber un tesoro. Y lo que también me produce mucha excitación es encontrar algo y venderlo. Siempre busco ropa y accesorios y después, según en qué estado están, pasan por distintos procesos: limpieza o costura. Yo lo que tengo es una selección, no es una feria americana, es una selección puntual, una curaduría. A cada prenda le hice un proceso, porque en eso consta mi trabajo. Te lo resumo: cazo la prenda, la lavo, la reacondiciono, la plancho, le saco la foto, la publico, después te atiendo personalmente en el showroom o te contesto. Si no lo querés pasar a buscar me encargo de mandarlo y me responsabilizo por esa prenda.
¿Cómo definís curaduría?
Es seleccionar determinado ítem temático y hacer una colección, los que vienen acá ya saben que van a encontrar 60 y 70, sobre todo van a encontrar vestidos que son mi especialidad y en invierno también los tapados. Y esto va rotando siempre.
¿Cuál es tu público o clientes?
En general mujeres de 30 en adelante. Las clientas fueron creciendo conmigo y ya hay un voto de confianza, yo veo tu estilo y entonces veo algo y digo esto le va a ir a tal o cual y les aviso lo que tengo, en general la pego. Desarrollé la habilidad de ver eso en la gente.
¿Las clientas fieles cada cuanto vienen a comprar ropa?
Tengo clientas que vienen todos los meses, tengo clientas que tienen en su presupuesto un “cazadora vintage” tipo luz o gas. Otras vienen, por ahí, cuando tienen una fiesta y te piden algo puntual.
¿Cómo manejas el tema de los talles?
No hablo de talles y he llegado a cortar las etiquetas donde dice 3, 2, 1 o small, medium, large porque en todos estos años vi muchas situaciones en el showroom con el talle. Yo hablo de medidas, es más, he hecho reels en mis redes sociales enseñando cómo se toman las medidas, porque la ley de talles no funciona en Argentina y si las cosas son de otro lado tampoco corresponden al talle de acá. Yo he visto gente llorar frente al espejo diciendo nunca voy a ser un talle small entonces, ¿sabes qué? no existe el talle acá.
¿Las medidas de los 60 y 70 eran más pequeñas que las medidas de ahora o es igual de variado?
Para mí es variado. Hay de todo. Siempre hubo variedad de cuerpos y mujeres distintas.
¿Qué cambios viste en este rubro de la moda vintage en los últimos años?
Yo creo que recién en el 2020 con la pandemia la gente entendió qué era moda vintage entonces ahí hubo un cambio, explotó. Se entendió que no era ropa usada porque el concepto mío es ropa curada que tiene un sentido.
¿Y qué particularidad tiene Cazadora Vintage respecto a otros emprendimientos similares?
Lo que les gusta a mis clientas es cuando les digo: esto está pensado para vos. Y también la magia de imaginar una historia en cada prenda. Eso me encanta porque yo soy una delirante . . . es que si no tiene fantasía, ¿dónde queda todo?.
¿Y qué es lo que más te gusta de todo el proceso de tu trabajo?
Es cuando pasa esa magia que te digo: esto es para vos y esto es para esa persona. Y la persona dice: si, es verdad, era para mi.
¿Hay mucha rotación de prendas en tu negocio?
Sí, y si no se venden las dono. En realidad nada dura más de seis meses acá. Yo también roto todo el tiempo mi propio armario porque me aburro. No soy apegada con las cosas, aprendí a no apegarme mucho.
¿Qué pensás del concepto de la moda circular sobre todo cuando el objetivo es no contaminar el ambiente?
A mí lo que me gusta es que hay lugar para todos los conceptos y me gusta que la gente empiece a usar ropa usada sin tener un prejuicio. Hace muchos años mi papá cuando vio que a mí me iba bien haciendo esto, le decía a mi mamá: “¿viste de qué vive? vende ropa de vieja muerta”. Eso me encanta. Yo me acuerdo que había una tienda que se llamaba Ropa de muertitos, y claro, era ropa de muertitos, todas las señoras que usaron esto, es posible que estén muertas, seguramente, pero hay vida en todo esto, nunca me hice mambo con eso, jamás. Pero es algo que vino para quedarse y que va a aumentar el tema de reacondicionar, reciclar, reutilizar.
¿Y te pasó con alguna prenda que has sentido alguna energía rara?
No, no me pasa, además las lavo yo personalmente. Sí me han pasado cosas locas por ejemplo yo odio los pantalones blancos, jamás me compraría un blanco, entonces una vez estaba seleccionando cosas y encuentro un pantaloncito blanco-cargo, pero lo elegí igual y luego siento que tenía algo duro en el bolsillo, pensé que era una cajita, porque algo que es re divertido y de mi interés es que encontrás cositas adentro de la ropa, tengo guardadas servilletitas de los años 50, un bono de un sorteo de juguetes de 1938 . . . entonces ¿sabes qué había adentro del bolsillo del pantalón? 1500 dólares, ese mismo día encuentro también una remera que decía Europa, Francia, París, fue una señal y ahí me compré los pasajes a Europa con el dinero encontrado.
¿Estas prendas con historia disparan muchas sorpresas y sentimientos?
Si, te dispara cosas. A mí me ha pasado de todo en estos años en el showroom, gente que se ha puesto a llorar con un vestido en la mano, diciéndome “me hace acordar a mi mamá”. En la pandemia, gente que me decía “me salvaste la pandemia” porque los viernes y sábados a la noche hacía unos vivos por Instagram llamados La noche de Cazadora Vintage, yo me vestía de disco y bailaba y mostraba ropa.
¿Futuros planes o proyectos?
Tal vez abrir un local con venta a la calle, lo estoy evaluando.