Carolina es deportista de alto rendimiento en ajedrez, es múltiple campeona argentina y panamericana infantojuvenil, se ubica entre las 100 mejores jugadoras del mundo y es la número 1 de Argentina. Tiene los títulos de Gran Maestra Femenina y Maestra Internacional Absoluta que otorga la International Chess Federation (FIDE).
Representante de nuestro país en nueve Olimpiadas consecutivas, del 2002 al 2018, y en tres Mundiales (2012, 2015 y 2018), desde 2013 coordina el Programa de Ajedrez de la Universidad Tres de Febrero (UNTREF), que forma instructores y otorga una Diplomatura Universitaria de Enseñanza de Ajedrez, siendo la única carrera que existe en Iberoamérica con ese nivel académico. Allí coordina los contenidos relacionados con el ajedrez, da clases, pero fundamentalmente está abocada a la gestión y organización de las actividades.
En 2020 la convocaron para trabajar en el Observatorio del Deporte del INADI en la prevención de violencia y discriminación en el mundo del deporte a raíz de su amplia experiencia deportiva. Ese año, también comenzó a conducir la Federación de Ajedrez del Oeste del Gran Buenos Aires, orgullosa ya que es la federación que la vio nacer; además, se convirtió en la primera mujer Presidenta de esa institución.
Carolina comenzó a jugar a los 7 años, en la biblioteca del Club Alem, en el partido de General Rodríguez, provincia de Buenos Aires. Allí iba su papá y ella lo acompañaba, jugaba con adultos; luego pasó a jugar en una escuelita con otros chicos de su edad, y desde entonces nunca paró de competir.
Hoy vive del ajedrez, además de sus varios trabajos relacionados con la materia: da clases particulares, entrena a jugadores, y sigue compitiendo en los torneos internacionales más importantes del mundo. Esto la hace sentirse una privilegiada, ya que en Argentina ser deportista de elite es un sacrificio muy alto, y difícil de sostener en el tiempo.
Su historia profesional da cuenta de ello. Cuando terminó el secundario decidió ir a Europa a jugar y probar: “Siempre fue muy difícil conseguir el apoyo para entrenar, viajar y competir, mis papás buscaban auspicios privados o del Estado”, cuenta Carolina. El viaje lo inició sólo con un par de torneos confirmados, allá se sumaron más oportunidades de competir, la contrataron de un club y entrenó a niños. Hasta los 24 años iba y venía de Europa a Argentina varias veces al año. De esa época recuerda: “Estuvo bueno hacerlo pero fue muy cansador, no paseás nada, andás de torneo en torneo, la verdad que es bastante solitaria la vida del ajedrecista”, revela Carolina, que conoció 40 países y más de 100 ciudades gracias al ajedrez.
Carolina señala que a lo largo de su carrera muchas veces tuvo que enfrentar la disyuntiva de tener que elegir entre lo profesional y lo emocional. “En Europa tenía todo lo profesional para desarrollarme, pero no tenía mis afectos, mi cultura, mi camiseta, mi idioma. Siempre sentí que tenía que ceder algo o pagar el costo de dejar mi vida en cuanto a lo personal y humano por lo profesional o al revés”, cuenta Carolina, con una sensación de injusticia. También rechazó varias ofertas de jugar para otros países.
Pero, ¿por qué se dificulta vivir del ajedrez en Argentina? “Es que hay pocos torneos con buenos premios o contratos con clubes, hay una Liga Nacional que no es competitiva, ni federal, por eso es complicado financiarse solamente con los torneos, la mayoría de los y las ajedrecistas se dedican a impartir clases. Acá es imposible vivir de jugar torneos”, explica.
Actualmente, Carolina vive en Pablo Podestá, en la provincia de Buenos Aires. Desde allí realiza todas las actividades laborales de forma virtual desde que comenzó la pandemia: de día se aboca a las tareas de gestión que le demanda su profesión, y de noche, que para ella es el momento de mayor lucidez, estudia y entrena. Prefiere la nocturnidad para concentrarse, esa costumbre le dejó la dinámica nocturna que se impone en este deporte. La mayoría de los torneos son de noche “porque como no es común vivir del ajedrez, las ligas organizan las competencias luego de que la gente sale de sus trabajos”.
A esto se le suma que, para las mujeres, muchas condiciones del mundo del ajedrez son complicadas, es un ámbito que aún no escapa a una realidad marcada por el machismo, cuestión que Carolina, desde su accionar profesional y personal, intenta modificar: “El ajedrez es un deporte milenario, pero las mujeres recién aparecen en su historia jugando en 1920 en lugares privados, en las casas, y mujeres de situación social elevada; entonces es mucha la ventaja histórica de parte de los hombres”, explica.
“Por eso comenzaron los torneos femeninos, ya que muy pocas se animaban o a muy pocas las invitaban a participar en torneos mixtos; siempre fue un ambiente hostil para las mujeres, pero fue cediendo y adecuándose, como en la sociedad en general, y poco a poco fue evolucionando” dice Carolina, para explicar por qué aún existe la categoría femenina en el deporte. Sucede que ésta es la forma de que las mujeres sigan vinculadas al ajedrez: la FIDE estructura al ajedrez en categoría femenina y categoría absoluta (ésta última siendo mixta, es decir, que participan hombres y mujeres).
En cuanto a cifras, Carolina detalla: “En la mayoría de los torneos de alto rendimiento participan muy pocas mujeres, en Argentina somos 8% de mujeres del padrón federado (un total de ocho mil ajedrecistas), y la cifra de mujeres que compiten baja cuanto más alto es el nivel de competencia”. Y amplía: “si vas a una escuela de ajedrez te encontrás con la misma cantidad de chicas y chicos, es una variable que hay que estudiar, arrancan muchas pero llegan pocas”. Considera que quizá se debe a que es más sencillo para las chicas jugar con otras chicas o compañeras que ir a jugar con varones, y sobre todo, soportar el maltrato o el desprecio dirigencial.
Carolina asegura que todavía existe el pensamiento de que las mujeres hacemos deporte por recreación, para bajar de peso o para socializar, pero no para competir, para entrenarnos, para superarnos. Y está claro que ésa es parte de su lucha en el ambiente del ajedrez.
Aún más, señala que los torneos de mujeres tienen menos dinero en premio, y que las condiciones deportivas son peores. “Se sigue midiendo con la talla del hombre. Y eso se ve hasta en los pequeños detalles: la falta de baño de damas en los lugares de los torneos, el hecho de que los horarios de los juegos son nocturnos y de que hay situaciones de acoso naturalizadas; esto hace que muchas chicas se alejen”, lamenta Carolina.
Entre los hechos que confirman su militancia en mejorar las condiciones de las mujeres, recuerda que en el Mundial Femenino en Irán (2017) los organizadores impusieron la obligatoriedad del uso del hijab (velo islámico) para todas las participantes dentro de la sala de juego; ella y varias competidoras se negaron a usarlo porque representaba la opresión a miles de mujeres. Finalmente, varias ajedrecistas no jugaron las partidas, generando con ello una gran polémica, pero también visibilizando la problemática en todo el mundo.
“Si no te gustan las cosas tenés que involucrarte, meterte y hacer las cosas mejor”, dice con vehemencia Carolina. Se nota que es una mujer que defiende sus opiniones y rompe con los prejuicios que se suele tener sobre los ajedrecistas. “El estereotipo del ajedrecista se asocia a una persona tímida e intelectual, muy metida en el tablero, pero está bastante alejado de eso, si hoy ves a los 10 mejores del mundo tienen una vida muy distinta a nuestros predecesores, son mucho más atletas, antes un campeón del mundo se lo asociaba con el habano, la noche, el whisky y hoy para el campeonato mundial o en los torneos internacionales todos se preparan físicamente”, cuenta Carolina. De hecho, ella misma se dedica a jugar al handball o al futsal, deportes de equipo y de contacto, e incluso reconoce que lo necesita y es parte fundamental de su vida: “El ajedrez es un deporte mental y para tener bien la cabeza tenés que tener bien el cuerpo”. Carolina se alimenta bien y sano y se entrena físicamente, sobre todo cuando se prepara para competir.
Lamentablemente, la pandemia y las restricciones que ésta trajo aparejadas han generado cambios radicales en el mundo de ajedrez. Se comenzaron a hacer torneos online porque los torneos presenciales de alto rendimiento están suspendidos. “Hace más de un año que no toco un tablero, me mantengo entrenando, jugando por internet, pero no es lo mismo y aún no sabemos cómo va a resultar, estamos entrenando sin objetivos, no se sabe cuándo será el mundial, es todo muy incierto”, relata Carolina sobre la situación actual. Cuenta que algunos torneos se organizaron de forma virtual y los mismos se están reglamentando sobre la marcha, existen métodos para controlar las trampas, desde la FIDE bajan lineamientos a seguir, y también se están diseñando torneos híbridos con medidas de control.
Así es que la vida laboral de Carolina está llena de cambios y desafíos que exceden aquel de ganar partidas. Entre ellos, este año fue seleccionada para formar parte de la Comisión de Atletas de la International Chess Federation: son 13 atletas de diferentes lugares del mundo que asesoran al comité ejecutivo de la FIDE. Además, terminó de cursar la Diplomatura de género y deporte de la UBA y está preparando el trabajo final. Y, respecto al futuro inmediato, cuenta: “Quiero seguir entrando con la esperanza de que los torneos presenciales vuelvan y pueda salir a representar al país”.