Carolina Canteros es Coordinadora de Quirófano en el Sanatorio Finochietto. La vemos con su cofia de colores y un humor contagioso para la primera hora de la mañana. Camina por los pasillos del sanatorio mientras nos va contando su historia.
Nacida en el barrio de Villa Soldati, desde pequeña soñaba con hacer medicina. Trabajadora desde joven, Caro recuerda salir con el diario abajo del brazo y volver con trabajo. Estudiar medicina era complejo para la época y para el momento social que transitaba.
Trabajó desde los 14 años, salió de la casa de sus padres a los 19 y su madre fue quien le inculcó la cultura del trabajo que ella hoy ve reflejada ya en su propia hija. Tiene dos hijos la acompañaron en una buena parte de la carrera: "Cuando yo cursaba mi Licenciatura en la Universidad, mis hijos estaban una en el secundario y el otro en primaria, y era raro para ellos ver a la mamá estudiando a la par. Mi hija hoy estudia Nutrición, también se interesó en la salud", dice orgullosa.
Carolina tenía una amiga que estudiaba instrumentación quirúrgica que tuvo la desgracia de fallecer en un accidente de tránsito. Ella le inculcó el amor por la carrera y el servicio. Cuando esto sucedió, fue un impulso tan grande que, aún embarazada de 6 meses de su segundo hijo, decidió comenzar a estudiar la Tecnicatura Superior en Instrumentación Quirúrgica. Nos cuenta que la mamá de su amiga inclusive le dio los libros y materiales de su hija. Carolina tiene una mirada muy dulce y se la ve atenta a cada situación y a cada persona que la rodea. Con tranquilidad y determinación, nos enseña los espacios de trabajo de su vida cotidiana en el Sanatorio.
Es coordinadora de 50 personas en distintos turnos. Los instrumentadores son los que se encargan de recibir al paciente previo a su entrada a la sala de cirugía. Nos dice, en relación al personal y a los pacientes, que cada uno de ellos es un mundo, y que el área de la salud tiene sus complejidades: "Lo que para vos es un día más de trabajo, para la persona que está por operarse, que llega con todos los miedos e incertidumbres, es un momento único, y lo más importante para mí es poder hacer de ese momento algo mejor, marcar la diferencia".
Después de casi nueve años de suplencias, llegó a tener su propio equipo de trabajo. Las instrumentadoras en su mayoría son mujeres y algunos pocos son hombres; donde hay mayoría de éstos es en el ámbito de los cirujanos: "Cuando me recibí, pensaba que era salir con el diario y conseguir trabajo. Pero fue difícil, me costó tener mi propio espacio. Hoy amo lo que hago y a veces aún descansando poco voy contenta a trabajar", afirma.
Después de siete años como instrumentadora quirúrgica de su propio equipo, otros cuatro de suplencias, más tres como instrumentadora de Planta en el sanatorio, y luego de concursos y varias entrevistas más, obtuvo su puesto de Coordinadora, cargo con tareas totalmente nuevas, por lo cual empezó a estudiar gestión en coordinación, liderazgo y coaching, entre otras herramientas destinadas a asumir y desempeñar de forma correcta la coordinación. La responsabilidad sobre el personal recae sobre ella y su compañero coordinador Nicolás. "La toma de decisiones es algo que vas manejando con el tiempo, es necesario fortalecer primero tus emociones y darte cuenta o tomar conciencia de lo que vos vales, eso te da mayor seguridad", relata.
El primer objetivo para Carolina y su compañero era cambiar el clima laboral, generar un buen equipo de trabajo y que fluyera otra energía. Con pequeños detalles, fueron marcando algunas diferencias que en tres meses pudieron verse reflejadas en una transformación notoria de la dinámica del piso que contiene al sector de quirófanos.
Carolina nos cuenta que al asumir la coordinación cambiaron algunas normas y, considerando que algunas de las condiciones de "lo femenino" son el ser agradable a la vista y detallista por sobre todas las cosas, pusieron énfasis en algunos tips. "Para mi es importante que la persona que recibe al paciente se sienta en principio cómoda consigo misma, esa sensación se transmite y da seguridad al que está por enfrentarse a un momento tan inquietante como lo es una cirugía", enfatiza.
Le sugiere a su equipo que a los pacientes les hablen con una sonrisa, en un idioma claro y cotidiano, anticipándoles lo que está por suceder. "Me gusta que las mujeres se maquillen, que sean coquetas además de profesionales, incluso usamos cofias de colores que vamos eligiendo cada día, lo que nos distingue y mejora el ánimo a cada uno y a quienes depositan su confianza en nosotros; ¡sino somos todos iguales! Que cada uno tenga una apariencia distinta humaniza la relación con el paciente, y la premisa es recibirlo con lo mejor".
Mientras recorremos el área de quirófanos buscando un espacio para la entrevista, Carolina se reúne con su equipo, da indicaciones, revisa planillas y está siempre disponible para cualquier consulta o situación que la demande. Rompe con el estereotipo de la rigidez que se espera para el área con una sonrisa.
"A veces, como mujer, cuesta un poco más bajar órdenes. Desde lo cultural siempre estás como rindiendo examen, pero fui entendiendo que con las charlas al personal y los procesos individuales que cada uno tiene, nos fuimos adaptando y yo gané la solvencia suficiente como para saber fundamentar cada decisión", acentúa.
Cuando de dar servicio se trata, Carolina entiende su trabajo como la posibilidad de aportar en la vida de otra persona. La empatía es el valor fundamental para ejercer su profesión, y trata de inculcarle a sus pares y personal a cargo el amor por el servicio, la integridad y fortaleza. "Mirar para adelante sin dejar de mirar al costado", nos dice. Es la forma que encontró para crecer con los pies en la tierra.
Algunos sacrificios forman parte de las decisiones personales que llevaron a Carolina estar en el lugar que ocupa hoy. Nos cuenta, por ejemplo, que sus hijos le hicieron algunos reclamos relacionados a la idea de la mujer dentro de la casa. "Está mal visto que sea la mujer la que está menos tiempo en la casa, mi hijo después de recibirme me felicitó y al mismo tiempo se alegró porque ahora sí, después de dos años, iba a poder ir a verlo jugar al rugby como otras mamás", relata.
Lo recuerda como una marca pero también entiende que es parte de forjar un camino propio dentro de una sociedad que a las mujeres todavía nos cuestionan el crecimiento personal.
Carolina nos cuenta que además de haberle costado mucho tener un lugar en el área en la que siempre soñó trabajar, muchas veces quienes tenés arriba tampoco te ayudan a crecer; afirma que tuvo jefas que lo hacían y que era muy doloroso. "Es hermoso trabajar de lo que te gusta, disfruto de que mi personal crezca y quisiera que lleguen a los mejores lugares. Es muy gratificante que te feliciten por el desempeño de la gente a tu cargo. A mi no siempre me dejaron crecer, y yo quiero hacer algo distinto con eso; es como una familia, y para mi cada uno de ellos son como nuestros hijos. Si puedo transmitir valores en el tiempo y ayudarlos a crecer, es como trascender", concluye.