Carla es física y ha desarrollado una extensa carrera profesional en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en el área de reactores centrales nucleares y ciclos de combustible. También se desempeña como Decana y fundadora del Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson. En el 2018 ha recibido el Premio International Women in Nuclear, prestigioso galardón que se otorga en reconocimiento a la trayectoria y compromiso en el sector nuclear.
Reconoce que su carrera como científica “ha pasado por muchos avatares que acompañan la historia del país”. “La ciencia y la tecnología son áreas que están muy conectadas con el ambiente político y con las decisiones de gobierno, porque el apoyo gubernamental es fundamental. Acá y en todo el mundo, es muy difícil que se lleven adelante proyectos de esta envergadura sin una apoyatura formal de los gobiernos”, señala Carla, quien se graduó de física en la Universidad de Buenos Aires en la década del 70, y desde ese entonces trabaja en la CNEA.
Su campo de actuación profesional ha sido principalmente el de las centrales nucleares, analizando el rol de la generación nucleoeléctrica en la matriz energética mundial y nacional y estudiando las alternativas de los diseños avanzados. Trabajó y dirigió equipos vinculados con la operación de las centrales nucleares y otros servicios de alta tecnología para las mismas, con el objetivo de resolver los problemas vinculados por la física del núcleo y la gestión del combustible. Destaca en su trayectoria laboral la participación en la conversión del núcleo de Atucha I para operar con uranio levemente enriquecido, mejorando notablemente la eficiencia en el uso del combustible nuclear.
“La energía nuclear es un recurso que tiene muchas aplicaciones. Además de la económica en la generación de energía también tiene aplicaciones en la salud, tanto para diagnóstico como para tratamientos, particularmente de cáncer, así como tiene muchos usos industriales en diferentes partes de los procesos de producción”, describe.
Y precisa que “la energía nuclear tiene la característica de que produce energía sin contribuir al cambio climático”. Si bien no existe ninguna energía limpia porque todas tienen algún impacto en el medio ambiente, “la energía nuclear comparada con las energías más tradicionales - carbón, petróleo y gas- tiene la ventaja de que no contribuye al efecto invernadero, aunque la vida extremadamente larga de los residuos de la generación nuclear constituye un motivo de preocupación para buena parte del público”, explica Carla. “Además, los accidentes que han ocurrido, pocos pero espectaculares, como Chernobyl y Fukushima, han quedado muy grabados en la memoria de la gente, a pesar de que las muertes producidas han sido muy pocas comparadas con los muchos accidentes de la industria eléctrica. Esto se debe no sólo a que la liberación de material radiactivo a la atmósfera produce un temor especial, muchas veces injustificado, sino al hecho de que inconscientemente se le da mucho más peso a las muertes eventuales que tal liberación podría producir en el futuro, que a las fatalidades concretas y mucho más numerosas que producen en forma inmediata los accidentes de las otras formas de generación”, amplía Carla.
Carla también le dedica muchas horas a su labor como Decana del Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson, creado en 2006 por la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad de San Martín. Éste reúne todas las actividades educativas formales e informales que se realizaban hasta el momento en vinculación con la temática de reactores y centrales nucleares. Su oferta académica incluye una tecnicatura, especializaciones de posgrado, doctorado y una carrera de grado en ingeniería nuclear con orientación en aplicaciones. Ésta última es destacada por Carla, quien considera importante difundir todos los usos de la energía nuclear para que no queden limitados a la generación de energía de centrales nucleares, sino también a usos médicos e industriales.
Orgullosa de esta etapa dedicada a la docencia y a derramar lo aprendido entre los jóvenes, Carla señala que uno de los pilares del instituto es que “la energía nuclear requiere de personal capacitado para utilizarla, por eso formamos recursos humanos que permitan aplicaciones pacíficas y seguras de esta tecnología”.
Carla valora muchísimo esta posibilidad de formación: “Creo que a pesar de lo frustrante que pueda ser la situación de muchos jóvenes que tienen que emigrar, formar recursos humanos es el futuro del país, trabajar para eso es el hito que cierra mi carrera”.
Para Carla, la primera parte de su carrera fue acumular conocimientos, ahora se trata de compartirlos a través de la organización y armado de las carreras, así como analizar los campos de necesidad, dónde se requiere personal, cuáles son las áreas que hay que cubrir, y dónde hay mayores posibilidades en Argentina. Si bien todas estas tareas de gestión le absorben mucho tiempo, siempre sigue atenta a la lectura e investigación porque considera fundamental mantenerse actualizada para saber lo que está pasando en el mundo y en el país y conectarlo con su área específica.
Por experiencia propia sabe que en el ámbito de la ciencia, como en muchos otros, una mujer con espíritu de gestión y organización encuentra más dificultades que un hombre para desarrollarse. “Se va ganando terreno pero cuesta, como suele decirse voy a creer en la igualdad de los sexos cuando encuentre a mujeres mediocres en puestos importantes”, comenta Carla, que es optimista sobre el futuro de las mujeres en los ámbitos laborales. “Veo que las mujeres en la interacción con el otro y en la conformación de grupos de trabajo son más flexibles y versátiles, tienen más facilidad para establecer empatía y ponerse en el lugar del otro, y eso facilita el trabajo en equipo”.
Carla, además, es integrante del grupo Asesor del Organismo Internacional de Energía Atómica SAGNE (Standing Advisory Group on Nuclear Energy), investigadora consulta vitalicia de CNEA y miembro titular del Consejo Académico de CNEA.