Camila Perochena se recibió de profesora de Historia por la Universidad Nacional de Rosario, ciudad de la que es oriunda, luego obtuvo el doctorado en Historia por la Universidad de Buenos Aires y es magíster en Ciencia Política por la Universidad Torcuato Di Tella. Actualmente se desempeña como profesora en el departamento de Estudios históricos y sociales de esa universidad. Da clases en las materias Historia de Occidente a partir de la modernidad, Política y sociedad en América Latina y Presidentes y líderes de EEUU y América Latina (esta clase la brinda en inglés).
Además, es conocida por su faceta comunicacional, ha escrito numerosos artículos de divulgación histórica para el diario La Nación y ha participado de diferentes programas del canal LN+. Desde el 2020 es columnista en el programa Odisea Argentina, que emite todos los lunes esa señal. También es cocreadora de los podcast La Banda Presidencial y Hay que pasar el Invierno.
En 2022 publicó su primer libro Cristina y la historia. El kirchnerismo y sus batallas por el pasado, donde analiza el discurso de la vicepresidenta y el modo en que la historia ocupó para Cristina Fernández de Kirchner un lugar político central.
“Dentro de la Historia yo hago historia y memoria, usos del pasado. Los estudios de memoria son una rama dentro de la historiografía”, explica Camila sobre su especialización.
¿Cómo llegaste a ser historiadora?
Mi opción A no era historia era ser bailarina porque desde muy chica yo bailaba ballet, a los 13 decidí hacerlo profesionalmente y es cuando entré al Teatro Colón y estuve en la escuela del Colón tres años y medio, por lo cual hasta mis 17 y medio, más o menos, yo quería ser bailarina profesional y era lo que me gustaba. Pero tengo una madre historiadora, académica, que desde que me mudé a Buenos Aires me dijo que sería con una condición - lo cual celebro por suerte -, es que fuera a una buena escuela en caso de que yo no quisiera ser bailarina, así tendría un back-up como para dedicarme a una carrera. La condición fue “vas a una escuela universitaria”, fui al ILSE. Cuando ya el Colón se había convertido en una exigencia muy pesada, desgastante y cuando ya el ballet lo dejé de ver como algo que disfrutaba y lo empecé a ver como algo muy competitivo y como algo que me generaba muchísimo estrés y en parte malestar, haber ido a una buena escuela me permitió ver que hay muchas otras cosas que me gustaban. En ese momento me gustaban mucho las letras y quería seguir Letras, me anoté, pero no estaba 100% segura y cuando terminé la escuela, mis papás me regalaron a los 18 años, que en realidad era mi regalo de 15, un viaje a Inglaterra y ahí vi un montón de cosas históricas que me llamaron la atención. Yo la tenía a mi mamá, que me hablaba de historia pero en ese viaje, como hice mucho turismo histórico, dije: ¡ah, esto me gusta más ! Las Letras me gustan, me gusta leer, me gusta mucho la literatura, pero quería algo un poco más atado a la tierra, más concreto, más del mundo de lo real y no de la ficción y me daba cuenta que lo que se hacía en Letras no era tanto escribir sino hacer más crítica literaria y eso no me parecía muy entretenido. Así que volví de Inglaterra y me cambié de carrera, no había ni empezado era enero o febrero. Me anoté en Historia en Rosario. Una sorpresa para mi madre porque tuvo que ser mi profesora eventualmente.
¿Que tu mamá fuera historiadora y tu profesora te pesaba?
No, porque como no tenemos el mismo apellido, ella es muy conocida pero hacemos cosas completamente distintas ella hace Siglo XIX yo hago Siglo XXI, así que nunca me pesó, de hecho siempre fue una gran ayuda en mi vida en el sentido de que siempre mi madre me ha leído, me ha hecho críticas, es muy buena docente, además de ser buena historiadora y me enseñó a dar buenas clases cuando yo empecé a trabajar como profesora. Siempre compartía mis clases con ella y le preguntaba y ella me daba tips para armar buenas clases. Entonces la verdad es que fue de mucha ayuda, como un apoyo más que un peso en mi vida.
¿Y qué fue lo que te dejó toda la experiencia y la disciplina que en general tienen quienes se dedican a la danza clásica para tu carrera?
En principio me enseñó que la pasión se puede perder con la presión y que es muy importante intentar mantener un equilibrio sano entre lo que uno hace como trabajo y el disfrute. La vida de una bailarina profesional es entrenar todo el día, te rompes las piernas y descansás poco y no podés salir. Eso me desgastó, entonces yo hoy soy una persona que trabaja mucho, pero que además tengo mis espacios de sociabilidad con mis amigos, salgo mucho, me gusta disfrutar de muchas otras cosas que están por fuera de mi carrera profesional y supongo que me enseñó eso y sí muchísima autodisciplina, me levantaba a las 6 de la mañana todos los días, me acostaba a las 10 de la noche, vivía sola, aprendí a laburar mucho conmigo, con mi cuerpo, con las exigencias, eso supongo que me sirvió.
¿Cómo es hoy tu rutina laboral?
Es laboral y también de cuidado porque tengo un hijo de un año y medio, así que por lo general yo me levanto, lo llevo al jardín y me vengo para la universidad. Llego a la universidad a media mañana y tres veces por semana doy varias horas de clase, cuatro horas de clase. Y por lo general después de que doy clases me quedo un rato trabajando en mi oficina y suelo volver a mi casa a partir de las 6 de la tarde para cuidar a Antonio o pasear, hacer algo con mi hijo, con mi marido y cenar. Los lunes me toca trabajar mañana, tarde y noche porque tengo el programa de Carlos Pagni, Odisea Argentina. Los lunes es un día que prácticamente no existo en mi casa o sea, llego de la universidad, me visto y me voy al canal.
¿Qué es para vos ser historiadora? ¿Cómo definís a quien se dedica a esta profesión?
A mí me gusta porque es como viajar todo el tiempo por otros mundos distintos y parecidos al nuestro. Distintos en un montón de aspectos y parecidos en otros. Yo doy clases de historia moderna europea, o sea, por momentos tengo que hablar de las guerras de religión en Francia en el siglo XVI o de algo que a un argentino del siglo XXI le puede parecer completamente ajeno, o de las monarquías absolutas o de las revoluciones inglesas o de Latinoamérica en el siglo XIX. Doy diferentes temas o diferentes clases y entonces para mí la historia es un poco viajar por ese mundo y lo que a mí me gusta es llevar a otros a esos mundos muy distintos al nuestro. Y ver cómo esos mundos nos ayudan a pensar problemas, el presente. Parte de la historia es eso.
¿Cuáles crees que son las cualidades que hay que tener para ser una buena historiadora?
Para mí la más importante es la curiosidad, diría la capacidad de hacerse preguntas todo el tiempo. Tenés que pensar preguntas todo el tiempo diferentes a las que ya pensaron otros, buscarle la vuelta a lo que pensaron otros. Me parece que es clave para los buenos historiadores hacer muy buenas preguntas, o sea, no sólo cómo responder a esas preguntas sino es cómo le encuentran la vuelta a un problema. Tenés que leer muchas cosas sobre temas distintos. Tenés que tener avidez por conocer otras cosas.
¿Te obsesionaste con algún tema en estos años?
Obvio, me van cambiando mis obsesiones. Lo primero que me obsesionó fue la memoria, porque fue el tema de mi tesis de doctorado. Cómo en diferentes gobiernos, en diferentes contextos, se hablaba de historia y aparecía la historia y se usaba políticamente. Pero después es todo medio random. Cuando estaba en la universidad me encantaba la historia antigua y fui ayudante de historia antigua y leía toda historia antigua y después me empezó a encantar la historia medieval y leía toda historia medieval y después me empezó a gustar la historia moderna y las revoluciones. Entonces uno va cambiando, y después la historia de los Estados Unidos, después el nazismo y después el fascismo. Entonces por ahí hay un verano entero que me la paso leyendo libros de un periodo histórico.
¿Qué diferencia hay entre un historiador hombre y una historiadora mujer? ¿La historia es un mundo donde prima la mirada masculina?
No es un mundo masculino hoy, fue un mundo masculino. Durante mucho tiempo los nombres más importantes de la historiografía han sido hombres. En todas las cosas. Por distintos motivos, porque muchos han sido brillantes y porque también las mujeres tenían menos posibilidades de acceso a ese mundo. Hoy, si uno piensa en la historiografía argentina, tenés grandes nombres de hombres, pero tenés grandes nombres de mujeres, la historiografía argentina está muy equilibrada en ese sentido. Si vamos a decir qué diferencia hay entre un historiador hombre y una historiadora mujer, no sé, ponele que hay temáticas historiográficas que sean más afines a hombres o donde haya una mayoría de hombres. Pero en cuanto a la perspectiva, y los resultados de esos trabajos no diría que cambien radicalmente porque sean hombres o mujeres. Para mí hay buenos historiadores que se hacen buenas preguntas y que son hombres, muy buenas historiadores que se hacen muy buenas preguntas y que son mujeres.
¿Y cómo fue tu llegada o desembarco a la divulgación en los medios de comunicación?
Siempre me gustaron temas muy diversos nunca me terminó de gustar la hiper especialización que implica el mundo académico y siempre quise leer sobre otras cosas y estudiar otras cosas desde que me recibí, tenía esa curiosidad amplia. Cuando terminé mi carrera, lo primero que hice de divulgación fue escribir manuales escolares, de primaria y de secundaria. Eso lo hice muchos años y me encantaba. Y fue, creo, que fue mi primer acercamiento a la divulgación porque era cómo transmitir las ideas complejas del mundo académico a chicos que tienen 10, 11, 12, 15 años. En el 2019 me escribió Santiago Rodríguez Rey que es con quien hice el podcast La banda presidencial, él había escuchado un podcast similar a este en Estados Unidos que se llama Presidential. Santiago es politólogo y me dice: quiero hacer algo así pero quiero hacerlo con alguien de historia. Nos conocíamos de Twitter, ni personalmente, él vivía en Brasil, le dije que me gustaba la idea y empezamos, ensayamos como un demo, todo muy casero y lo mandamos a diferentes lugares. Y en La Nación, recién estaban empezando a armar los podcasts y como era año electoral y nosotros lo que proponíamos era un presidente por episodio hasta el día de las elecciones dijeron sí y avanzamos con ellos y ahí hicimos el primer podcast. Funcionó bastante bien en términos de audiencia tuvo como medio millón de escuchas que para lo que era el mundo podcast en el 2019 era un montón, a partir de ese podcast empecé a salir en algunos medios. Y por primera vez fui al programa de Carlos Pagni como entrevistada. Nosotros lo habíamos entrevistado para el podcast y a él le encantó el podcast y dijo presentalo en el programa y yo casi me hago pis encima porque yo nunca en mi vida había ido a la tele y que la primera vez sea con Carlos era como “¿qué hago?”, muerta de miedo, temblando, estuve una semana, la semana previa era como si estuviera preparándome para no sé el patíbulo, sufría. Y encima, el sábado anterior a que yo vaya al programa Cristina Fernández anuncia que su candidato va a ser Alberto Fernández, fue en mayo del 2019, y yo dije: bueno, ya está, no voy a ir al programa porque hay un tema de coyuntura muy caliente como para que yo vaya y Carlos me llama y dice: “no, no vení igual pero trata de pensar este problema históricamente”, que es lo que hago ahora habitualmente. Pero en ese momento se me quemaban todos los papeles, no sabía por dónde empezar y me acuerdo que estuve todo el fin de semana, pobre mi marido no sé cómo me aguantó, desesperada, leyendo cosas, buscando ejemplos históricos, pensando, un estrés tremendo y después salió todo bien.
¿Cuándo preparas las columnas para el programa de tv en el que participás?
Los viernes se deciden los temas de las columnas, entonces el sábado o domingo o en muchos casos los dos días yo preparo un tema. En algún momento del fin de semana tengo que dedicarme a hacer la columna del lunes.
¿Qué fue lo que más te costó de encarar esta faceta comunicacional?
A los historiadores nos cuesta ir al grano, y el lenguaje periodístico y la televisión en especial requiere rapidez, contundencia, dar una idea por lo menos y que esa idea quede clara. Desde fines del 2020 soy columnista fija todos los lunes con El espejo de la historia en el programa Odisea Argentina, así se llama la columna donde agarro un tema del presente y analizo. En Argentina pasan muchas cosas, también es verdad que en Argentina se repiten mucho los problemas. Tenemos como cierto loop. Lo que hago es tratar de buscarle vueltas distintas, por más que los problemas sean los mismos.
¿Y ahora en qué estás trabajando? ¿Desafíos?
Ahora estoy cambiando mi tema de investigación, o sea ese es mi principal desafío hoy. Estoy tratando de abrirme a un tema nuevo que es el poder ejecutivo en perspectiva histórica, cómo fue cambiando la institución del poder ejecutivo en la historia argentina en los últimos 150 años por decirlo de una manera muy general, cómo pensar diferentes presidencias, diferentes tipos de liderazgos y el ejecutivo de una perspectiva más institucional. Y por otro lado estoy armando un canal de Youtube de historia mundial, europea, latinoamericana.