Tenía 23 años cuando empezó a estudiar las vicuñas del norte de la Argentina. Su dedicación, constancia y logros fueron reconocidos internacionalmente: en 2014, recibió en Corea el Premio Midori, otorgado por la Convención de Diversidad Biológica de las Naciones Unidas y la Fundación AEON de Japón . Su casa está en la provincia de Buenos Aires, pero es en el Altiplano andino donde encontró su pasión por los animales y la naturaleza.
Para Bibiana Vilá, lo más importante en relación con su profesión es que “ninguna especie se conserva solamente a través de la Biología. Hay que diversificar la mirada y trabajar grupalmente desde un punto de vista holístico e interdisciplinario, porque formamos parte de una complejidad”. Por eso, se ha dedicado a promover y aplicar la etnobiología, armando equipos con profesionales de otras disciplinas y, sobre todo, pensando junto a los pobladores de la Puna.
Así logró que convivan la ciencia, la tradición, las prácticas ancestrales y el cuidado de la naturaleza. Sin considerar por separado ninguno de estos aspectos, cree que deben dialogar los saberes para lograr la conservación del medio ambiente y de las especies que lo habitan.
Licenciada y Doctora en Ciencias Biológicas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, con estudios postdoctorales en Oxford, es investigadora principal de CONICET y profesora titular en la Universidad de Luján. Miembro fundadora del grupo de investigación VICAM (Vicuñas, camélidos y ambiente), del cual fue presidenta por dos períodos, actualmente coordina el equipo de Ecología, Etnobiología y gran parte de la investigación biológica en la Puna.
La importancia de su trabajo la llevó a ser distinguida como uno de los cinco especialistas latinoamericanos del MEP (Panel Multidisciplinario de Expertos) del IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas). Este organismo basado en la sede de las Naciones Unidas en Bonn, de carácter independiente, es auspiciado por cuatro entidades de Naciones Unidas (UNESCO, FAO, PNUD y UNEP) y su finalidad es fortalecer la interfaz científico-normativa entre la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas, con miras a conservar y promover un uso sustentable, alcanzar el bienestar humano y lograr un desarrollo sostenible.
El peligro de extinción de las vicuñas era una gran amenaza cuando Bibiana estaba terminando sus estudios en Biología. Fue cuando decidió partir a Catamarca y Jujuy e investigar el tema desde una beca inicial de CONICET (institución base para sus investigaciones hasta el día de hoy). “La naturaleza es un valor con el cual te comprometes entera y para toda la vida”, dice.
El resultado de esta perseverancia es que, en conjunto con esfuerzos de conservación de instituciones internacionales, nacionales y regionales, legislación específica, compromiso de las comunidades locales, y un equipo interdisciplinario de profesionales, se logró aumentar la población de vicuñas al grado tal de poder implementar el uso de la esquila a través del método chaku. Esta es una técnica prehispánica de captura del animal y extracción de su fibra sin dañarlo o matarlo como hicieron los conquistadores y se continuó en épocas modernas.
“A la recuperación de la tradición chaku, nuestro equipo VICAM ha sumado técnicas científicas de bienestar animal para que las vicuñas sufran el menor estrés y mortalidad posible y luego puedan volver a la naturaleza sanas y salvas a continuar cumpliendo con su ciclo vital”, explica la bióloga.
“Un resultado socioeconómico y ambiental, es que la fibra queda en la cooperativa o comunidad y los datos quedan en manos de los científicos –agrega–. Así ganamos todos: las vicuñas porque son toleradas y habitan un espacio respetado, los pobladores que se benefician de la fibra y los investigadores que nos beneficiamos con información y constantes descubrimientos sobre este maravilloso animal, hiperadaptado a condiciones extremas”.
Actualmente, está comprometida en un proyecto que estudia y documenta las caravanas de llamas que, una vez por año, llegan desde Bolivia a Santa Catalina (Jujuy) cargadas de fibra para comerciar. Esta actividad ancestral es hoy una práctica resiliente y en peligro, que enfrenta distintas problemáticas económicas,sociales y ambientales las que dificultan a los pobladores en su día a día.
Bibiana reconoce que el hecho de ser mujer es un desafío adicional para las biólogas con trabajo de campo, que muchas veces deben hacer sus campañas en lugares aislados y de difícil acceso, donde habitan las especies que estudian, lo cual significa pasar días y días incomunicada de sus familias, situación que se vuelve limitante en épocas de maternidad: “He visto que esta tensión entre la crianza y la profesión, ha truncado carreras de mujeres profesionales brillantes”, cuenta. Por otro lado, existe cierta discriminación a mujeres liderando manejo de fauna, que suele ser una actividad principalmente masculina, especialmente en áreas andinas.
A su criterio, hay diferencias de abordaje entre las diferentes profesiones ambientales: “Frente a la naturaleza se puede tener una actitud de dominio, que suele ser el caso de algunas carreras y proyectos cuyo fin es netamente productivista con los recursos naturales. Hay otros perfiles profesionales, en cambio, como es habitual en las Ciencias Biológicas, donde se suele mostrar una actitud diferente, que apunta a la conservación de la naturaleza, aun cuando se pueda utilizar un producto de ella en forma sustentable y cuidadosa".