Es supervisora de calidad de una importante exportadora de arándanos, en Zárate, provincia de Buenos Aires, durante la estación de cosecha del fruto, de setiembre a diciembre. El resto del año trabaja en el campo familiar, en la producción de distintos cultivos y la cría de animales. También es especialista en cultivo in vitro de orquídeas.
Belén Herter es chaqueña y se recibió de ingeniera agrónoma en la Universidad Nacional del Nordeste en la provincia de Corrientes. Trabaja en campos de la provincia del Chaco gran parte del año, en la producción de diferentes cosechas. Entre septiembre y diciembre está cargo de la supervisión de calidad y manejo del personal de una empresa exportadora de arándanos en Zárate, provincia de Buenos Aires.
Su trabajo es principalmente hacer la auditoría de calidad: esto significa controlar todo el proceso de calidad del arándano, tanto del fruto como de la etiqueta, hacer la trazabilidad del producto, es decir, encontrar y seguirle el rastro, a través de todas las etapas de producción, transformación y distribución del alimento.
Entre sus responsabilidades también están el manejo y capacitación del personal. Le enseña cómo se realiza la selección del fruto a las operarias de las tres líneas de producción, que cuentan cada una cuenta con veinte trabajadoras.
“Los arándanos son frutas muy delicadas, no se te puede escapar ni un detalle, porque se consumen frescas o se exportan”, cuenta Belén. Ella es quien explica a las operarias los daños que puede sufrir el fruto: hongos, tela de araña, pueden estar deshidratadas, opacas, rotas o dañadas, blandas, inmaduras. “Esto es lo que identifican en la mesa de selección, ahí se decide cuáles se retiran y cuáles se dejan”, detalla Belén.
En cuanto a la modalidad del trabajo, cuenta: “Se trabaja con muchas personas y de manera muy intensa, por ser la temporada tan breve”. La cosecha del arándano sale toda junta y hay que sacarla, por eso ha llegado a trabajar hasta tres turnos seguidos: mañana, tarde y noche.
Con respecto de su experiencia como agrónoma, también destaca un trabajo temporal que realizó en Pampa del Infierno, un pueblo pequeño del Impenetrable chaqueño. Allí estuvo controlando la calidad de granos de soja en una planta de acopio. Su labor era medir la calidad de los granos de soja que llegaban. En ese ámbito, la mayoría son hombres: los camioneros que llegan con los granos, los productores, los hombres que descargan.
En los campos del Chaco sucede lo mismo: desde el cocinero hasta el tractorista, el dueño y el encargado del campo, todos varones. Sin embargo, Belén nota que en los últimos tiempos hay más mujeres que deciden estudiar Agronomía.
“Como ingeniera agrónoma, me gusta de todo un poco. Todavía no encontré una especialidad, por ahora me dedico más al control de calidad pero también me gusta mucho todo lo que es producción”, cuenta Belén. Y reconoce que es “bastante inquieta”: “siempre que hay algo nuevo para aprender, voy”. “Me gusta viajar, moverme por el país, adquirir experiencias, no me gusta quedarme con un mismo cultivo. Creo que la agronomía es una carrera muy amplia, tenés la posibilidad de trabajar en campos, en laboratorios, en industrias”, señala.
La tesis de su carrera la hizo sobre cultivo in vitro de orquídeas. Recibió una beca de la Facultad para estudiarlas durante seis años. “La orquídea es una planta ornamental que se extrae de las selvas para coleccionarla, por eso muchas especies se están extinguiendo. Mi proyecto –mediante el cultivo in vitro– fomentaba la propagación de la especie y la reintegraba a su hábitat”, explica Belén.
Sus próximos proyectos implican “aprender todo lo que pueda”. “Pasar del arándano al maíz o a la soja, me entusiasma”, dice. “Me gustan todos los desafíos que puede presentar el agro”, destaca, y aclara que el agro tiene muchos niveles y diversidad.
También sueña con trabajar en un colegio agropecuario y tener su propio campo o granja.