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Atenas Zavala -

Costurera

destacada Atenas Zavala
"Me llena más coser una prenda y donarla a quien necesite a que me paguen"

Atenas Zavala tiene 32 años y es costurera autodidacta. Siempre le encantó la costura y aprendió moldería copiando y desarmando prendas. Hacía ropa desde chica y siempre le interesó la confección. Hoy trabaja en una cooperativa donde producen nécessaires, conjuntos para niños, remeras, accesorios de cocina, shorts, polleras y carteras, entre otros productos. 

También crean campañas solidarias, confeccionando abrigos para donaciones y arreglando las prendas donadas para entregarlas en las mejores condiciones. “Me llena más coser una prenda y donarla a quien necesite que que me paguen”, enfatiza. 

Atenas, como muchas inmigrantes que ayudan a construir la Argentina, llegó desde Perú en 2006 junto a su marido José y su pequeño hijo de meses. Luchadora, comenzó trabajando en una panadería. Allí dormía y cubría el turno de la noche. Pasó momentos duros, tales como acostar a su bebé en un canasto de pan mientras trabajaba por largas horas. “Me resultó más difícil de lo que esperaba” cuenta, pensando en aquel momento de su vida.

En su labor de costurera, contó con la ayuda de su marido: “Encontramos una dinámica comercial en la que yo confeccionaba y él vendía”. Su trabajo se transformó, por varios años, en el ingreso principal de la familia. “Me sentía muy bien como mujer al poder cubrir las necesidades económicas a partir de un oficio que construí sola”, nos cuenta orgullosa.

Con el tiempo, conoció la organización Barrios de Pie, movimiento nacional que busca nuclear los reclamos de los trabajadores que buscan una salida laboral. A través de esta organización, logró culminar sus estudios secundarios; luego, llegó la posibilidad de unirse a otras mujeres, en el marco de un proyecto cooperativo de costura. Primero, trabajaban de manera artesanal, hasta que, un año atrás, lograron acceder a máquinas de coser. 

Para Atenas fue otro gran desafío. Llegaba el momento de enseñar a sus compañeras lo que había aprendido. Hoy coordina un grupo de seis costureras. Su rutina, como la de la mayoría de las madres, empieza temprano. A las 6:20 de la mañana lleva a sus dos hijos, Renato (13) y Rodrigo (5), al colegio. A las 8 de la mañana ya está frente a la máquina de coser de la cooperativa Mandarinas. 

Hoy se siente victoriosa, al ver a sus compañeras trabajando en un oficio que las une mucho más que como meras colegas: son mujeres que comparten situaciones de superación diaria. El resultado es la construcción de un fuerte sentimiento de solidaridad, no solamente entre compañeras sino extendido a la comunidad. 

“Me encantaría que la cooperativa regularice su demanda para que podamos seguir creciendo todas. Yo empecé en esto porque me gustaba y cubría mis necesidades económicas, pero la verdad es que con este trabajo también me pude desarrollar”, confiesa.

Atenas cuenta que, como toda mujer, siente la presión de tener que hacer todo el trabajo: organizar su vida entre el trabajo y su mundo privado. Su meta es recibirse de protesista dental, tecnicatura a la cual viene dedicando los últimos dos años, en la Universidad Nacional de Avellaneda.

“El trabajo para mi es una lucha constante. Es responsabilidad y compromiso. Una herramienta para pelearla día a día”, afirma.