Desde el CONICET y el Instituto Leloir, dirige la investigación sobre los mecanismos de replicación del dengue y el zika para contribuir al desarrollo de estrategias públicas de control de estas plagas en América Latina. Reconocida a nivel nacional e internacional por su excelencia profesional, Andrea Gamarnik es la única científica mujer en Argentina que forma parte de la Academia Americana de Microbiología.
En los agitados días del año 2001, Andrea Gamarnik creó el primer Laboratorio de Virología Molecular en el Instituto Leloir y está al frente de este laboratorio desde entonces. Investigadora principal del CONICET, dirige el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires: “Nuestro laboratorio es considerado de referencia internacional en virología porque descubrimos, entre otras cosas, cómo se multiplica el virus del dengue dentro de una célula, es decir, encontramos el mecanismo molecular de cómo hace el dengue para multiplicar su material genético y pasar a miles de virus. Ese mecanismo fue inédito y muy reconocido”, explica.
Acababa de regresar de Estados Unidos, adonde había ido a perfeccionar los estudios realizados en la educación pública argentina. Había egresado de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, donde también obtuvo su doctorado en 1993. Realizó su trabajo posdoctoral en la Universidad de California, en San Francisco, y allí comenzó a trabajar en virología. Luego ingresó a la industria biotecnológica, aplicada a estudiar específicamente los virus del SIDA y la hepatitis. Una vez instalada en Argentina fue seleccionada como investigadora del programa internacional del prestigioso Instituto Médico Howard Hughes de los Estados Unidos.
Actualmente, su meta principal es aportar conocimiento científico en el combate contra la propagación de los virus del dengue y del zika, que ocasionan enormes problemas de salud pública en América Latina y para los cuales no existen aún vacunas eficaces. El dengue es considerado por la Organización Mundial de la Salud como el virus transmitido por mosquito más importante a nivel mundial. Junto con su equipo, Andrea busca descifrar el abecé del virus del dengue y producir prototipos de vacunas contra el zika. Todas sus investigaciones son publicadas en revistas internacionales, un paso fundamental para el reconocimiento de la comunidad científica.
¿Cómo es la jornada laboral de una científica? “La investigación es fascinante, presenta desafíos permanentes – asegura Andrea con evidente pasión–. Cada día es algo nuevo. Lo que más me gusta de este trabajo es la posibilidad de pensar en problemas que no tienen una respuesta evidente. Para esto es necesario recorrer un camino, proponer ideas, equivocarse, planear experimentos, analizar resultados. Me encanta el intercambio y el debate de ideas y definir con mi equipo los caminos a seguir. Me fascina compartir el entusiasmo con mis becarios y colaboradores cuando planificamos experimentos o analizamos resultados interesantes”.
Su aporte profesional le valió numerosos reconocimientos, como el “Premio Internacional L’Oréal UNESCO Por Las Mujeres en la Ciencia”, en representación de América Latina, que recibió en 2016; el “Konex en Ciencia y Tecnología”, Mención a la Trayectoria en Microbiología (2003-2013) y el premio “Democracia”. En 2017, fue incorporada a la Academia de Ciencias de América Latina y nombrada Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires.
Andrea cree que la inclusión de las mujeres en la ciencia es fundamental, en la medida en que su formación cultural es distinta a la de los hombres, y eso se refleja en el momento de resolver un problema científico. “Lo pensamos, lo analizamos y nos comunicamos de otra forma –sostiene–. La diversidad ayuda y aporta. Por eso es muy importante que las mujeres participen en proyectos. La ciencia se enriquece con nuestro aporte”.
Ese aporte – reconoce– también tiene un techo de cristal: “En el CONICET, más del 50% de los investigadores de todo el país son mujeres, pero en los cargos superiores no llegamos a ser más del 25 %; es decir que hoy hay muchas mujeres trabajando en ciencia, pero no en los cargos de dirección”. En su opinión, es un tema complejo pero parte del problema cultural responde a que “las mujeres no se auto perciben como líderes”.
En ese sentido, ella no es la excepción. Confiesa que, en varias oportunidades, sintió que no la tomaban en cuenta en órganos directivos, donde la mayoría eran varones. “Yo soy una persona de naturaleza democrática y ‘consultiva’, me gusta escuchar y que me escuchen; por eso creo que hay que sacar de uno lo mejor y ponerlo en el trabajo”, asegura.
Considera que en la actualidad es un desafío importante que haya una masa crítica de científicos argentinos que trabajen en virología molecular y enfermedades infecciosas: “Hay áreas estratégicas para un país que requiere tener recursos humanos y desarrollos propios para garantizar independencia”.
Cita como ejemplo el desarrollo del laboratorio que dirige en materia de dengue y zika: “Nuestro país, como otros de América Latina, se enfrenta a enfermedades locales, distintas de las que pueden tener los países desarrollados. Sin embargo, esos países son los que tienen los avances tecnológicos, los reactivos para diagnóstico o para tratamiento”.
“En muchos casos, esas tecnologías no son aplicables a nuestros problemas regionales y quedamos supeditados o dependientes, pagando altos precios, por insumos que a veces ni siquiera son adecuados para nuestras necesidades –sostiene Andrea, con absoluta autoridad–. Por eso, tener profesionales formados en el país brinda la posibilidad de dar respuesta con desarrollos y descubrimientos propios”.