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Agostina Perrone -

Tatuadora

destacada Agostina Perrone
"Tatuar es encontrarse más en profundidad con el otro."

Agostina es tatuadora desde hace 11 años. En el mundo del tattoo es conocida como “La Maga”. Puramente autodidacta, comenzó tatuando en su casa. Hoy lleva adelante, junto a otras mujeres tatuadoras, el Espacio Kadhabra, un estudio de tatuajes en el barrio porteño de Palermo.

Entró al mundo del tatuaje cuando se fue a hacer su primer tattoo: en ese mismo momento, se enamoró del oficio y, con el atrevimiento y empuje de la juventud, se largó a tatuar amigos y amigas en su casa. Reconoce que pudo haber sido un poco inconsciente, pero lo cierto es que en la comunidad del tatuaje no existe aún un estudio formal, por ende es un oficio que se puede aprender de otro tatuador o por investigación propia.

Es así que Agostina, con apenas 20 años, comenzó a tatuar en un espacio que armó específicamente para eso en su hogar. “Es el camino que pude hacer, aunque ahora recomendaría a quien empieza que busque a alguien que pueda guiar y transmitir el conocimiento dado que el saber del tatuaje no está institucionalizado, al menos en Argentina; sólo hay algunos cursos cortos a modo de iniciación, para dar un primer paso”. 

Agostina continuó su experiencia laboral en un estudio tradicional: el clásico local comercial ubicado en una conocida galería de la ciudad de Buenos Aires. Del tatuador dueño del local aprendió mucho, pero también señala que se mantenía una dinámica de trabajo plagada de micromachismo; en ese sentido, su forma de trabajar en la actualidad tomó claramente otro camino. Agostina entiende esa etapa como “una plataforma para salir de mi casa y hacer una práctica más profesional, a ese estudio llevaba a los clientes nuevos que no podía atender en mi casa”.

En sus inicios, sólo tatuaba por recomendación, los clientes llegaban por el boca-en-boca. La dinámica cambió abrumadoramente desde ese entonces, y en la actualidad el 95% de los clientes llegan a su estudio a través de las redes sociales. Lo cual demuestra cómo se abrió el mundo del tatuaje en varios aspectos. Sobre los cambios de la última década, Agostina cuenta que se incorporó mucha gente de otras ramas y que asimismo en la sociedad se popularizó la costumbre de tatuarse: “Antes había prejuicios con el tatuaje, se consideraba que era cosa de presos, marineros o de las tribus urbanas, era una contracultura; hoy ya no lo es, hoy es cultura popular o moda, y el perfil del tatuador antes también estaba delimitado dentro de este perfil de gente, pero hoy se acercan profesionales de otros rubros”, amplía.

Como labor artística, desde los primeros trabajos realizados esta tatuadora ha recorrido un camino de desarrollo de habilidades: “Los primeros tatuajes no te salen muy bien, otros salieron bien por la suerte de principiante”, revela Agostina, quien se reconoce súper perfeccionista, característica que la ha hecho sufrir. 

Respecto a su estilo, se basa en la escuela del tatuaje tradicional, también conocida como old school o “tradicional americano”: “En 1930, cuando resurge el tatuaje en Occidente, los marines de EE.UU. comienzan a traer tatuajes del mundo oriental y los copian de manera rudimentaria, al principio se esparce entre marineros y gente del circo que se tatuaban en los barcos y en las ferias con motivos relacionados con la marina y el ejército”, relata Agostina. Ella toma para sus diseños algo de ese estilo; en sus palabras: “Son tatuajes simples, tienen línea negra, tienen sombra negra y la paleta de colores es limitada: amarillo, azul, rojo y verde militar”. 

De todos modos, aclara que lo que hace hoy tal vez no es puramente un estilo tradicional pero que se inspira en él, al cual luego le introdujo detalles de otros estilos nuevos y del suyo propio. Su modo de trabajar se definiría como “tatuajes de autor”, lo cual lleva a cabo a través de dos modalidades: diseños disponibles, o personalizados. La primera opción implica la elección y reserva de parte del cliente de un diseño de su carpeta virtual, siendo la mayoría tatuajes exclusivos (se realizan una sola vez a la persona que lo elige y no se repiten); sin embargo, también tiene una cantidad muy pequeña y específica de diseños que se pueden repetir, como por ejemplo varios motivos en relación a la ley del aborto aprobada recientemente.

La segunda manera de tatuar tiene que ver con un trabajo más personalizado: los interesados llegan con una idea, y ella la desarrolla. Le acercan material de referencia, fotos, dibujos, otros tatuajes o diseños, se conversa sobre el tatuaje al que se quiere llegar, por qué se lo quiere hacer, se define el tamaño y dónde se lo va a realizar. “Así, creo una imagen específicamente para esa persona, nos manejamos con bocetos hasta llegar al diseño final”. 

Agostina asegura que le gustan todas las etapas del proceso de su trabajo, y sobre todo relacionarse con la gente. Para ella, hacer un tatuaje no es un acto mecánico ni un intercambio únicamente comercial, sino que se genera una especie de ritual, diferente: “La situación es fuerte, no es como ir a comprar un pantalón. Tatuar es encontrarse más en profundidad con el otro, hay un alto intercambio de energía, ya que uno aborda el cuerpo de la otra persona, en muchos casos hay situaciones de desnudos, y eso pide cierta comodidad de ambas partes”. Por eso, destaca que es fundamental ir a tatuarse con ciertos cuidados o recomendaciones, tales como ir descansados y tener en cuenta que se trata de un día especial.

Sus jornadas de trabajo comienzan a la mañana temprano y cada tatuaje le lleva entre 3 o 4 horas, dependiendo del tamaño y de la tolerancia del cliente. Si no lo termina en ese tiempo, se requiere otra jornada. Mientras tatúa, Agostina charla, pero siempre manteniendo la quietud: “A mí me gusta conversar, y creo que eso ayuda a que la situación sea llevadera, siempre intentando que el cliente no se mueva”.

“Puedo estar muchas horas tatuando, según la sensibilidad y el cansancio de la persona que se tatúa”, señala Agostina. También existe un spray local para atenuar el dolor, o una crema que se pone en el cuerpo, a modo de anestesia, antes de comenzar el trabajo. En estos años de experiencia como tatuadora le ha pasado de todo: clientes que se pusieron a llorar, alguna fuerte bajada de presión, y -en el más extremo de los casos- algún otro que vomitó en medio de la sesión. Todas cuestiones que pudo sortear con profesionalidad y tranquilidad. 

Respecto a los límites en su quehacer, no tatúa a menores de edad, y cuenta que el 90% de la gente que viene a taparse un tatuaje es porque se lo realizó en su adolescencia. Su tarea requiere un amplio protocolo de higiene y seguridad, pero desde que comenzó la pandemia se incrementó, con algunos detalles: desinfecta y cubre todas las superficies de trabajo con plásticos, y usa guantes, barbijo y ambo. Las agujas son descartables y se abren frente al cliente. Y, para evitar la contaminación cruzada, es muy importante respetar el orden de todo el proceso. 

Desde sus inicios como tatuadora, Agostina tuvo una base fuerte de clientes mujeres. Para muchas, fue la primera vez que conocían a una tatuadora, y algunas venían de tener malas experiencias con tatuadores hombres. “Muchas creen que porque soy mujer hago un trabajo más delicado o femenino; creo que ésa es una manera muy binaria de ver un trabajo artístico, para mí no tiene que ver con el género”, explica. Sin embargo, reconoce que muchos de los diseños que ofrece tienen fuerte relación con búsquedas y temas de interés de las mujeres: maternidad, lucha por la liberación y diversidad de los cuerpos, aborto, entre otros.

Lo que más entusiasmo le genera a Agostina es que las clientas lleguen por la decisión política de consumir el trabajo de mujeres, y en ese sentido uno de sus desafíos consiste en hacer crecer una naciente comunidad de personas que ya se encuentran debatiendo y trabajando en torno al tatuaje y las cuestiones de género. Con este grupo realizan encuentros virtuales y recopilan información sobre situaciones de violencia contra la mujer en el rubro. El objetivo es plasmar todos estos debates e intercambios en una guía con perspectiva de género para el trabajo profesional de los y las tatuadoras.